Nomadland

“Mi mamá cuenta que eres homeless” le dice una de sus exalumnas al personaje de Frances McDormand en ‘Nomadland’, la nueva película de la joven directora Chloe Zhao sobre la erradicación del sueño americano. “No soy homeless” contesta Frances “soy más bien “houseless”, y eso es diferente”. En ese juego anecdótico de palabras se resume a la perfección el trasfondo y la estructura ideológica de este filme que en unos días (si todo sale como se anticipa) entrará con sus aforismos y sus clichés en la lista de las cintas más flojas que han conseguido llevarse el Oscar a mejor película.

La trama de ‘Nomadland’ es por demás simple (nada de malo en eso), y sigue la rutina vital de una mujer que tras la muerte de su marido y el cierre de la planta de yeso donde ambos trabajaban, se ve obligada a vivir en una camioneta adecuada como “hogar”, en la que de forma cíclica recorre las carreteras en busca de trabajos temporales que le permitan subsistir hasta el final de sus días. 

El problema de la película radica no en lo intrascendente de su trama, sino en su total incapacidad para transmitir, o cuando menos buscar, la poética que yace detrás de una vida en apariencia intrascendente. 

Incapaz de articular un discurso político o emotivo, Chloe Zhao se dedica a construir una serie de estampas que abordan los diversos aspectos de la rutina de su personaje, adornando la inconsecuencia de sus actos con el siempre “poético” cliché de ver a un ser humano manejando en medio de la nada con un piano melancólico de fondo.

No hay nada interesante en el acercamiento de Zhao al complejo y rico fenómeno del nomadismo moderno. Su esfuerzo más “transgresor” es fingir una cercanía con el espectador al encuadrar a Frances McDormand en el excusado, y las pequeñas catarsis emotivas de su personaje, retratadas desde una artificialidad chocante, no son capaces de otorgarle una nueva dimensión al ser humano que las vive.

El personaje de McDormand es un caparazón inexpugnable que finge enamorarse, finge establecer vínculos de amistad, finge ser por momentos feliz y por momentos miserable, pero al que nunca se intenta comprender más allá de su evidente fijación con el recuerdo inmaculado de su marido y unos platos de porcelana. 

En ‘Nomadland’ no hay una intención por construir a un personaje sino por construir una serie de clichés predecibles en torno a lo que cualquiera podría suponer que implica una vida nómada. Esto se percibe de inmediato en los personajes que rodean a la protagonista: hijos perdidos, familias rotas, suicidios, y claro, el siempre infalible cáncer para poder mirar un poco más al horizonte en silencio. Un compendio de arquetipos cuyo único propósito es generalizar un fenómeno en lugar de comprenderlo.

He leído que muchos ven en este filme una “dura crítica al capitalismo”: nada más alejado de lo que yo vi. Zhao no es capaz de articular una crítica a nada de lo que retrata, y dudo incluso que quiera hacerlo. Su visión falsamente documentalista se limita a retratar situaciones que en ningún momento construyen un discurso social. Vamos, estamos hablando de una película que se lamenta del poder de una crisis que acabó con un código postal completo, pero que inmediatamente después romantiza a una bodega monstruosa de Amazon como una especie de lugar feliz donde los viejos y los desposeídos pueden recuperar su humanidad trabajando. En fin…

En muchas películas malas suelen encontrarse secuencias que brillan entre el fango. ‘Nomadland no tiene tanta suerte. Ha pasado poco más de un mes desde que la vi y no recuerdo una sola secuencia que quiera guardar en la memoria. La cinta ni siquiera es indignante, es simplemente inconsecuente. Me pregunto si alguien la recordará en veinte años.

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