Noche de Fuego

Uno de los grandes crímenes de la violencia en México ha sido su acción limitadora del arte. Cuando uno ve la producción cinematográfica mexicana de los últimos diez años, el fantasma de la violencia está eternamente presente. Historias sobre capos del narco, sobre sicarios, sobre “dealers”, y sobre gente que desaparece impunemente se apilan unas sobre otras para constituir una gran filmografía mexicana que se ha convertido en rehén de la violencia.

Por momentos pareciera que esa es la única cara de México, y al ser un problema tan atroz los grandes realizadores mexicanos ven en su exploración una posibilidad de activismo visibilizador, sin embargo, en su intento por mostrarle al público su compromiso artístico frente a los temas “importantes” del país, los cineastas mexicanos caen una y otra vez en exploraciones reiterativas, sumergiéndose en el mismo fango de violencia social que con cada película se revuelve pero no se aclara, y elaborando en el proceso una filmografía nacional constituida a partir de pequeñas probaditas de desesperanza, que terminan por fundirse en un gran ejercicio inconsecuente cuya contribución al cambio social es tanta, o tan poca, como la de los grotescos y aterradores titulares que leemos todos los días en la prensa.

Es por esto que ‘Noche de fuego’, la nueva película de la directora mexicana Tatiana Huezo, me llena de desesperanza.

Primero aclaro lo siguiente: ‘Noche de fuego’ es la mejor película que he visto en mucho tiempo sobre la angustia ultraviolenta en la que está sumida mi país. Desde los primeros minutos de metraje se hace evidente que Tatiana Huezo no busca adaptar la novela ‘Prayers for the Stolen’, de la escritora estadounidense Jennifer Clement, desde el lugar común, y a lo largo de toda la película, mediante pequeños pero significativos detalles costumbristas, se evidencia la profunda investigación que la directora tuvo que realizar para reconstruir la cotidianidad de un remoto pueblo serrano de Guerrero, donde las niñas se tienen que disfrazar de varones para no ser secuestradas por el narco.

La aterradora premisa se aleja de sensacionalismos y se ejecuta con un tacto audiovisual sobresaliente, intentando retratar más allá de la violencia gráfica la forma en la que la niñez se ve completamente deformada por los constantes y cotidianos impulsos de horror que la rodean, y así, desde los ojos de tres niñas que se transforman eventualmente en tres adolescentes, el espectador contempla la resiliencia de una sociedad que es capaz de existir en un entorno donde la vida es una moneda de cambio insignificante.

En cuanto al aspecto visual de la película no hay nada que objetar. A pesar de ser un filme de presupuesto limitado, en ningún momento se exhiben estas carencias, y la inteligencia visual de Tatiana Huezo y la cinefotógrafa Dariela Ludlow se hace presente en cada plano. Lo mismo ocurre en el campo de la actuación, en donde la actriz Mayra Batalla en su papel de madre, el actor Memo Villegas en su papel de docente y las seis niñas/adolescentes que protagonizan el filme, muestran la calidad a la que debe aspirar el gremio actoral mexicano.

Pero a pesar de todo esto, y a pesar de que el filme intenta notablemente abordar la violencia social desde una mirada distinta, no puedo evitar sentir desesperanza frente a este panorama fílmico reiterativo que ha sido secuestrado, al igual que nuestra sociedad, por el narco. 

Es cierto, el cine es un reflejo de la sociedad que lo produce, y hasta cierto punto es entendible la forma en la que el cine mexicano se ha conducido durante la última década, sin embargo me gusta fantasear con la posibilidad de que el talento indiscutible de cineastas como Tatiana Huezo, se utilice para revitalizar las temáticas de nuestro cine y no para volver una y otra vez sobre los mismos motivos.

Hace unos días ‘Sin señas particulares’, una cinta sobre desapariciones forzadas, se llevó el Ariel a mejor película, el año próximo ‘Noche de fuego’ (muy superior a ‘Sin señas particulares’) se llevará seguramente el Ariel a mejor película con otra reelaboración temática sobre desapariciones forzadas. Podrá sonar indolente, pero ya me aburrí.

 

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