Scenes from a Marriage

Cuenta la leyenda que los miércoles por la noche, entre abril y mayo de 1973, las calles de Estocolmo quedaban completamente vacías. El atípico fenómeno era culpa de una serie televisiva llamada ‘Scener ur ett äktenskap’ (‘Escenas de un matrimonio’), que durante seis intensos episodios de amor y violencia mostraba la evolución de una pareja sueca a lo largo de diez años. La serie, dirigida por el legendario director sueco Ingmar Bergman causó furor, y su éxito fue tan abrumador que muchos la culparon por el notable incremento de divorcios que sufrió Suecia en los años subsecuentes.

Casi cinco décadas después del triunfo televisivo de Bergman, el director, guionista y productor Hagai Levi decidió representar la vida de una pareja contemporánea a partir de la idea original de Bergman, que consistía en generar una serie de episodios, cada uno separado varios meses o incluso años del anterior, estructurados a partir de escenas muy concretas de la vida de una pareja para analizar su evolución amorosa.

Cuando me enteré del “remake” de ‘Scenes from a Marriage’ mi primer impulso fue descalificarlo. ¿Cuál era el sentido de “robar” el nombre de una exitosa serie de los setenta para adaptar la vida de una pareja moderna que no puede funcionar ni remotamente bajo los mismos esquemas que en la serie original? Sentí que el proyecto se aprovecharía de la fama de la serie, del nombre de uno de los grandes directores de la historia del cine, y que sería una historia de pareja estilo ‘Marriage Story’, radicalmente alejada del estilo fílmico de Bergman y masticada para las audiencias televisivas contemporáneas. Me equivoqué.

A lo largo de cinco episodios Hagai Levi construye una de las series más potentes que he visto en los últimos años. Una serie que a pesar de estar ensamblada a partir de 300 minutos de diálogos ininterrumpidos dentro de una casa, brilla por su vertiginosidad, por su interminable atmósfera de tensión, y por su aversión al relleno audiovisual mediante el que, cada vez con mayor frecuencia, se elaboran miniseries de seis capítulos en torno a historias que podrían contarse en hora y media.

Hagai Levi toma a los personajes originales de Bergman y les cambia el género, concentrando la violencia del personaje masculino de la serie original en Jessica Chastain, quien da vida al arquetipo de la mujer exitosa dentro del brutal mundo corporativo contemporáneo, y la pasividad emocional en el personaje de Oscar Isaac, quien interpreta el rol de organizador de la casa, cuidador de la hija que tienen en común, y maestro de filosofía.

La inversión de sexos resulta una decisión brillante de la serie, porque al venir la infidelidad desde el lado femenino le permite al espectador no condenar de inmediato al personaje, y concentrar sus esfuerzos en tratar de entender la dinámica del matrimonio, odiando y amando a los dos por igual, y dejando de lado el pensamiento burdo que, en caso de no haberse invertido los sexos, descartaría a la infidelidad como un comportamiento “típico de los machos c3rdos” y a la trama como “otra historia de machos c3rdos”. 

Alejado de manera sagaz de esos riesgos que habrían demeritado a la serie, Hagai Levi consigue plantear un sinfín de preguntas cuyas respuestas caen irremediablemente en los claroscuros de una relación repleta de contradicciones, de pasiones insatisfechas, de bifurcaciones amorosas, de anhelos no expresados, y finalmente de la incapacidad de separarse por completo debido al vínculo indistinguible entre violencia, pasión y amor. Un vínculo que se niega cada vez con mayor frecuencia en los acartonados cuentos de hadas con los que Hollywood alimenta nuestras fantasías amorosas, pero que Hagai Levi y su coguionista Amy Herzog describen con una brillantez inusitada.

Es casi ridículo intentar hablar de lo bien que están Isaac y Chastain en este enfrentamiento histriónico sin parangón dentro de la televisión contemporánea. Un duelo actoral radicalmente alejado de los golpes en la pared de Adam Driver y los llantos desaforados de Scarlett Johansson en ‘Marriage Story’, y anclado directamente en un proceso carente de clichés burdos, que convierte al espectador en voyeur de una situación familiar que destila veracidad.

Digna acompañante de la serie de los años setenta, ‘Scenes from a Marriage’ es un documento formidable sobre el caos intelectual que desata el amor, sobre las múltiples ramificaciones emocionales de una relación de pareja, y sobre la aceptación de nuestra irremediable incongruencia humana, una incongruencia que encuentra placer tanto en la construcción como en la destrucción del amor. Eso somos. Corran a verla.

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