Zombi 2 (Zombie) (1979)

Es asombrosa la enorme dependencia que el zombi como personaje icónico ha creado en la cinematografía contemporánea.

Secundaria resulta cualquier carencia presupuestal, histriónica o guionística, ya que cualquier proyecto que utilice en su título alguna referencia a esos otrora hombres, convertidos en devoradores de carne humana,  contará invariablemente con legiones de fanáticos enloquecidos, ávidos de disfrutar con las migajas de violencia que algún director de poca monta decida darles.

A pesar de que el cine de zombis tiene su origen comercial en la década de los treinta con la gloriosa White Zombie, en la que Bela Lugosi aparecía apenas un año después de su icónica interpretación de Drácula, la obsesión actual por estos seres tiene su origen en el cine de dos peculiares directores: George A. Romero y Lucio Fulci.
Diez años después de que Night of the Living Dead hiciera su dramática aparición y un año después de que Dawn of the Dead se erigiera como la gran película del zombi moderno, Lucio Fulci, un director de cine de serie B que llevaba veinte años filmando cintas mediocres con nulo éxito fuera del mercado italiano, estrenó Zombi 2, una obra vanguardista que renovaría los planteamientos hechos por Romero y retomaría mucha de la mitología original de los no-muertos.
Titulada Zombi 2 como una estratagema para ligarla con Dawn of the Dead, cinta que inicialmente se estrenó bajo el título de Zombie, el filme de Fulci, que nada tiene que ver con la obra de Romero, relata la aventura de un reportero que, intentando encontrar al padre perdido de una chica, viaja con ésta rumbo a las Antillas hasta una remota isla de nombre Matul en donde se corre el rumor de que los muertos están volviendo a la vida.
Históricamente, el filme de Fulci tiene más en común con el White Zombie de los años treinta que con la mitología creada por Romero, ya que la génesis de los muertos vivientes de la isla está asociada a un proceso de magia ritual vudú, concepto prácticamente olvidado en la filmografía zombi contemporánea, que sin embargo constituye la base de la mitología afroamericana que da origen a estos seres insaciables.

Lo anterior, combinado con un ágil ritmo narrativo mediante el que se introduce a una serie de personajes que deberán defender sus vidas en la isla plagada de muertos vivientes, y con una banda sonora estupenda a base de sintetizadores, dan como resultado una experiencia fílmica absolutamente disfrutable que de manera inmediata le hace entender al espectador el por qué de su transformación en cinta de culto absoluto.

El zombi de Fulci es un ente visualmente similar al de Romero, con la diferencia de que su estado de putrefacción es más marcado y su inherente comportamiento violento se retrata de forma mucho más cruda que en el caso del director norteamericano. Es gracias a esto que Zombi 2 cuenta con escenas completamente inolvidables, como el mítico encuentro entre un zombi y un tiburón, o el famoso eyeball gag, secuencia en la que un acto de suma violencia se comete contra el ojo de uno de los personajes y que a partir de ese momento se convertiría en una de las firmas de los subsecuentes filmes de Fulci.

Filosóficamente, el zombi de Fulci también se aleja completamente del de Romero, ya que este último siempre utilizó a sus criaturas para realizar una crítica a la modernidad y a los hábitos de consumo de la sociedad, mientras que Fulci, a pesar de que introduce en el filme los típicos dilemas existenciales asociados a la interacción entre humanos y zombis, en ningún momento intenta utilizarlos como elementos de una crítica a la sociedad occidental, dejándolos únicamente como meros catalizadores de violencia.

El éxito de Zombi 2 permitió que su creador saltara a la fama y encontrara en el giallo y el gore su lugar dentro del mundo del cine, dejando de lado sus exploraciones iniciales en el western y la comedia, para centrarse en la creación de películas que le adjudicarían un título que compartiría orgulloso con Herschel Gordon Lewis, el de padrino del gore.

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