The Avengers (2012)

Enorme es el prejuicio que genera en muchos acomplejados como yo el hecho de presenciar una reacción tan desaforada por parte de la audiencia como la que se generó con el estreno de The Avengers, la más reciente adaptación de la millonaria franquicia de comics MARVEL, basada en la serie escrita por Stan Lee acerca de la unión de un grupo de superhéroes, todos cartas fuertes del universo MARVEL, que combinan sus variadas habilidades para atacar a una serie de seres que amenazan la tierra.

Los superlativos inundan las redes sociales, las billeteras escupen dinero como fuentes frente a la boca de la taquilla insaciable y los rankings de sitios especializados en ese ingenuo negocio de asignar un número a la calidad de una cinta, nos indican que la película protagonizada por Samuel L. Jackson, Mark Ruffalo, Chris Hemsworth, la bella pero en este caso intrascendente Scarlett Johannson y el siempre descarado Robert Downey Jr., es básicamente uno de los mejores treinta filmes de la historia.
Todos sabemos que este espejismo de fanatismo y marketing será superado muy probablemente el siguiente verano con la nueva “mejor película de la historia” y todos sabemos que The Avengers, al analizarse de manera objetiva, probablemente no pueda contarse ni siquiera dentro de los mejores mil filmes de la historia, sin embargo, lo que parece que muchos de los acomplejados que desarrollamos prejuicios ante los recibimientos mesiánicos de la cinta no sabemos, es que a Joss Whedon, director de The Avengers, le dan absolutamente igual los snobs creadores de rankings que entran a una película de superhéroes buscando personajes y tramas bergmanianas, interesándose el director norteamericano únicamente por volarle la cabeza a aquellos fanáticos del más estúpido, lineal y maravillosamente divertido cine de acción.
Analizando a The Avengers desde esta perspectiva se puede decir sin reparos que la experiencia que Whedon, experimentado escritor de cómics y creador de la exitosa serie televisiva Buffy the Vampire Slayer, hila durante las casi dos horas y media de metraje, cumple con creces el cometido de enloquecer de placer a los fanáticos de la saga de cintas de MARVEL y de odio a los entes más estirados que, enfadados en parte por los gritos y exclamaciones que tienen que soportar durante la proyección por parte de las facciones geeks más radicales, reprobarán con sorna al filme.
La trama, que se puede recoger con todo y sus giros de tuerca en poco menos de una cuartilla, relata el proceso mediante el cual Iron Man, Captain America, The Hulk, Thor, Black Widow y Hawkeye unen fuerzas para combatir a una amenaza representada en la figura de Loki, hermano adoptivo de Thor, quien roba una poderosa fuente de energía que permite abrir un portal dimensional, a través del cual dejará entrar un ejército de monstruos despiadados que intentarán someter a la tierra.
La simplicidad del guión fundamenta su éxito en una maravillosa sucesión de secuencias orgiásticas de acción, en las que los fanáticos y los simples mortales disfrutarán de innumerables referencias al mundo del cómic, al mismo tiempo que podrán ver a un enfadado y verde Bruce Banner destruir uno tras otro a cientos de alienígenas, mientras Thor invoca desaforados rayos y Iron Man intenta desviar bombas atómicas que intentarán destruir Manhattan.
Lo anterior suena completamente descabellado, y lo es, sin embargo ese es precisamente el punto de hacer una película de este estilo, ya que si el equipo que produce, dirige y escribe no está dispuesto a realizar una cinta cerebral de superhéroes al más puro estilo de Nolan, en la que los personajes tengan una determinada profundidad dramática y la historia se adentre en terrenos poco ordinarios, entonces más vale que sea divertida y completamente fuera de control. 
Al final del día no tengo nada que reclamarle a The Avengers, ya que en todo momento disfruté su planteamiento, mezcla de comedia simple pero efectiva y acción desaforada, que hará las delicias de los fanboys de Stan Lee y los horrores de aquellos que perversamente busquen algo más que un filme para corear el triunfo de la virtud sobre la maldad, snobs de los que sólo por esta vez me distancio.

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