En 1999 el escritor japonés Koushun Takami publicó una controvertida novela titulada Battle Royale. En ella se detallaba la historia de un grupo de adolescentes, todos habitantes de un Japón sometido bajo el yugo de un régimen totalitario, que eran secuestrados para formar parte de un estudio, mediante el cual se trataban de comprender los mecanismos adecuados para mantener a la población del régimen controlada gracias a la paranoia y el terror. El experimento a grandes rasgos consistía en analizar el comportamiento de los casi infantes que, liberados en una isla remota, eran obligados a luchar entre ellos hasta que sólo uno quedara con vida, o de lo contrario en un tiempo determinado todos estallarían en mil pedazos al activarse simultáneamente unos collares explosivos que les habían implantado.
El éxito de la controversial novela engendró una adaptación fílmica en el 2000, apenas un año después de la publicación del libro, que causó gran revuelo tanto a nivel local como internacional y convirtió la cruel masacre infantil en un producto cinematográfico de culto absoluto.
El tiempo pasa y en el 2008 se publica una novela titulada The Hunger Games, con el mismo regimen totalitario, con la misma premisa de la lucha a muerte entre los integrantes adolescentes de un cruel juego de supervivencia y con una autora de nombre Suzanne Collins, quien clamaba no tener ni idea de la existencia de Battle Royale y haber desarrollado su historia en base al mito griego de Teseo y el minotauro. La risible justificación al plagio y las miles de copias vendidas de la popular historia, que evidentemente se pensó como una trilogía para explotar lo más posible el tema, satisficieron las expectativas de los magnates de Hollywood que cuatro años después estrenaban la adaptación fílmica de la novela de Collins.
Dirigida por Gary Ross, quien funciona como un engrane más de la enorme maquinaria detrás de este gran producto comercial, The Hunger Games reinterpreta los conceptos ya vistos en Battle Royale utilizando una estética mucho más futurista, la cual se vale de estupendos trabajos de maquillaje y vestuario para criticar y ridiculizar de forma nada velada la maldad de la burguesía ultramoderna, al mismo tiempo que genera empatía por los pobres habitantes de los distritos aledaños a la gran ciudad que, vestidos como víctimas del holocausto judío y sumergidos en la pobreza, deben otorgar anualmente como tributo a varios de sus jóvenes para los crueles juegos de supervivencia que divierten a la clase alta, y que al mismo tiempo sirven, según lo expuesto por el guión en la que tal vez sea su más grande laguna lógica, para evitar la rebelión de los distritos.
The Hunger Games no es una obra que reinterprete de forma digna o interesante los conceptos ya manejados en
Battle Royale y en la mítica
Lord of the Flies, erigiéndose como un producto mediático que adolece de un sinfín de problemas evidentes; por un lado, la historia tarda en arrancar y nunca llega a desarrollar una conexión dramática con el espectador, a pesar de los esfuerzos histriónicos de Jennifer Lawrence como protagonista; una gran cantidad de conceptos de gran trascendencia para el relato, sobre todo en cuanto al trasfondo del origen de los juegos, son tratados muy a la ligera o ni siquiera se explican; innumerables errores de lógica elemental se suceden una y otra vez durante el desarrollo del juego; y finalmente el nivel de violencia e impacto, cruciales en una cinta de este estilo, se reducen al mínimo, dejando una película que para empatizar con el gran público tiene mucho más en común con la tonalidad narrativa de
Twilight, que con el complejo y desgarrador filme que podría haber sido.
En The Hunger Games todo está diseñado para que el público de un domingo por la tarde salga satisfecho de la sala, después de haber disfrutado de una buena dosis de acción y romance, así como de los dorados párpados de Lenny Kravitz, sin embargo el montaje decepcionará a todo aquel que espere una cinta que le haga honor a la interesante premisa original.
La ironía del asunto radica en que, al final del día, The Hunger Games será mil veces más famosa que Battle Royale y la escritora Suzanne Collins mil veces más rica que Koushun Takami, pero bueno, ese es el mundo que nos tocó vivir.