Jurassic World (2015)

Si algo ha probado el cine de los últimos veinte años es que la nostalgia es una mina de oro prácticamente inagotable, y que una fórmula exitosa no se acaba hasta que un estudio multimillonario se ha encargado de explotarla hasta el punto de perder completamente el sentido. Apenas este año, títulos como The Fast and the Furious 7 (sí, siete…) y Star Wars: Episode VII (sí, también siete…), funcionan como referencias clave dentro de lo que significa el multimillonario sistema de manipulación melancólica hollywoodense –hasta acá puedo escuchar el sonido de la avalancha de dólares que caerá en unos meses sobre las taquillas mundiales con el retorno a la gran pantalla de Han Solo y Chewbacca–.

Después de dos cintas de memorable acción spielbergiana y una mediocre tercera entrega cortesía de Joe Johnston, Jurassic World es otro más de esos eficientes recolectores de nostalgia, que en esta ocasión condensa los 23 años de recuerdos felices asociados a la primera entrega de la saga jurásica –sí, ya estamos viejos– y los transforma en un desproporcionado éxito de taquilla que rompió todos los récords históricos relacionados con recaudación en el primer fin de semana de exhibición.

La culpa de este desmedido y hasta cierto punto inesperado éxito –si dejamos de lado por un instante los millones de dólares invertidos en publicidad y el público cautivo de treintones que coleccionaban dinosaurios en los noventa– es del director norteamericano Colin Trevorrow, quien tras filmar Safety Not Guaranteed –una modesta y bastante plana cinta independiente sobre viajes en el tiempo– resolvió el monstruoso encargo que le fue encomendado mediante la creación de un filme que no tiene ni el humor ni las brillantes secuencias de acción de las primeras dos cintas –Trevorrow definitivamente no es Spielberg– pero que, a diferencia de la tercera entrega, consigue salir avante gracias al buen ritmo del filme que consigue disfrazar una trama por demás simplona; a la reutilización de los mismos conceptos y secuencias que todo mundo espera en una cinta asociada al universo de Jurassic Park –casi como si el espectador pagara por entrar a un parque temático donde ya sabe lo que va a encontrar–; y finalmente gracias al invaluable consejo que Charlie Kaufman vertió en la estupenda Adaptation, de Spike Jonze: puedes hacer una mierda de película, pero el final tiene que ser memorable y darle al público lo que pida.

¿Qué más se puede decir de Jurassic World que no sepan ya del breve trailer con el que se publicitó?: sí, han pasado veinte años desde el desastre del primer parque, sí, los científicos construyen otro parque y –sorpresa– vuelve a fallar. ¿Actuaciones?: no hace falta tener mucho talento para correr por la jungla montado en una motocicleta y rodeado de velocirraptors, bueno, algo de talento sí se requiere, pero las caras bonitas de Chris Pratt y Bryce Dallas Howard, así como la completa realización de la película mediante green screens hacen que el talento por fortuna no sea requerido.

Tampoco se le puede reclamar demasiado a un filme que nunca prometió más de lo que dio, y que al menos cumple con lo que se esperaba de él. Nada más, pero tampoco nada menos.

GÉNEROS
ESPECIALES
PODCAST

El podcast de @pelidelasemana. Chismes, rants, y todo lo que (no) debes saber sobre el séptimo arte.

Suscríbete

Apple PodcastsSpotify