En el 2008, Na Hong-jin entró por la puerta grande a la industria cinematográfica internacional con The Chaser, un thriller policiaco rebozante de ingenio que le acarreó algunos premios, pero que sobre todo hizo que su nombre apareciera en la lista de directores coreanos que había que seguir de cerca, equiparando su futuro al de personalidades de la talla de Park Chan-wook, Bong Joon-ho y Kim Ki-duk.
Después de dos años de intenso trabajo e innumerables anécdotas que relataban los obsesivos métodos de dirección de Hong-jin, los cuales agotaban la paciencia de todos aquellos involucrados en el proyecto, se estrenó The Yellow Sea, un filme que recupera la extraordinaria habilidad del director coreano para describir y relatar ambientes gangsteriles, así como para crear intrincadas historias con la capacidad de mantener al espectador confundido pero siempre al borde del asiento.
A diferencia de The Chaser, en la que Hong-jin contó con dos talentosos escritores para dar forma al guión, en The Yellow Sea el director asume el papel de único guionista, creando un juego narrativo en el que se le proporciona al espectador una cantidad ínfima de información, tanto geográfica como contextual, para luego disipar algunos de los cientos de cuestionamientos a cuentagotas durante las casi tres horas de metraje.
El joven director coreano diseña el filme para no permitirle al espectador ni un momento de distracción, ya que aunada a la parquedad informativa del guión, se presenta una historia que aunque no es del todo compleja o extravagante, cuenta con varios giros inesperados que terminarán por sacar del juego a cualquier insensato que haya parpadeado en el momento equivocado.
La historia, que se divide en cuatro capítulos plagados de intrigas, traiciones y violencia, sigue los pasos de un joven taxista que vive en Yanji, ciudad capital de la provincia autónoma coreana de Yanbian, la cual colinda con Corea del Norte, China y Rusia. El desafortunado protagonista, cuya esposa se va a probar trabajo y suerte a Corea del Sur, pasa sus días alcoholizado y apostando todo lo que gana durante el día con la esperanza de en algún momento escuchar noticias de su mujer.
Sumido en la miseria y desesperado por no saber nada de su esposa, el incauto taxista acepta la encomienda de un mafioso, el cual le promete saldar todas sus deudas a cambio de que asesine a un hombre en Seúl, ciudad en la que supuestamente se encuentra la esposa desaparecida.
De poco sirve conocer la premisa de un filme cuya historia muta de forma vertiginosa a lo largo del metraje, al grado de que incluso deja una gran cantidad de cabos sueltos que sembrarán muchas dudas en la mente del espectador. Sin embargo esa pequeña gran falta del filme termina compensándose en cierta medida con el estupendo diseño de los tres personajes principales: el taxista, el detective y el mafioso, este último interpretado magistralmente por Kim Yun-seok, quien con su torva mirada y su poderío físico borda de forma extraordinaria a un villano inolvidable.
El desenvolvimiento de la trama poco a poco presenta secuencias de acción que incrementan gradualmente su nivel de impacto y violencia, hasta concluir con despliegues de virtuosismo verdaderamente asombrosos, en los que el espectador disfrutará de persecuciones y hachazos salvajes estilizados al más puro estilo coreano.
Con tintes de crítica social, al retratar a la policía coreana como un organismo vil capaz de hacer cualquier cosa para conseguir sus objetivos, y mostrar la precaria situación de aquellos que fuera de Corea intentan buscar un futuro mejor como inmigrantes ilegales, The Yellow Sea es una cinta que a pesar de sus errores sale adelante gracias al talento de su elenco y a las capacidades de un director que hace honor a las expectativas que se habían posado sobre él con su ópera prima.