Better Call Saul (Season 5) (2020)

No suelo escribir sobre series porque le tengo miedo al compromiso. La vida es muy corta, y ante esa perspectiva me parece más sensato arriesgar dos horas de mi tiempo en una película, que cincuenta horas en una serie que finalmente puede traicionar mi inversión temporal con un final decepcionante, o con una gradual debacle narrativa después haber invertido treinta horas en ella. Hasta el día de hoy, por ejemplo, maldigo la hora en la que me recomendaron ver Lost.

Pero a pesar de mis traumas decidí ver Better Call Saul, en parte porque Breaking Bad, sin importar sus altibajos, fue una serie que me dio grandes satisfacciones, y en parte porque me daba morbo ver las posibilidades narrativas de ese abogado anclado en la más vulgar picaresca, conocedor de los mecanismos más renegridos de la justicia y capaz de orquestar de manera tangencial las peores vilezas, pero que operaba como una especie de reinvención del Buscón de Quevedo trasladada al siglo XXI: un hombre que en el fondo carece de maldad, pero también de límites. 
Hoy, después de casi cincuenta horas invertidas, puedo decir que no me arrepiento y que mi sorpresa se ha incrementado con cada temporada. Better Call Saul es una serie con una ingeniería narrativa extraordinaria, que en cierta forma construye a sus personajes con la misma pausa y cuidado de Breaking Bad, pero con mayor inteligencia. Las primeras temporadas, que tienen como eje el delicado y trágico juego de esgrima mental entre Jimmy y su hermano Chuck, sirven para desarrollar a largo plazo lo que en realidad será el eje narrativo de toda la serie: el vínculo afectivo entre Kim y Jimmy. Vínculo al que cada capítulo añade una fina capa de complejidad que se apila sobre las capas anteriores, y que después de cinco temporadas devienen en un peso ominoso que amenaza con aplastarlos a ambos de la peor forma posible.
Sobra decir que la interpretación de Bob Odenkirk en su papel de buscón irreverente e irrestricto es notable, pero realmente la actuación más sobresaliente de la serie es la de Rhea Seehorn, cuyo constante ir y venir entre la rectitud de su profesión y la libertad moral de su pareja, se reflejan en momentos histriónicos verdaderamente inspirados, que se construyen a partir del único lugar en el que la rigidez física de Kim Wexler permite mostrar emoción alguna: el rostro. Y así, el increíble dominio facial de Rhea permite que Kim traicione en momentos clave su eterno estoicismo, y nos transmita la mayor felicidad o la mayor desesperanza con guiños de una sutileza absoluta. 
Sin embargo el desarrollo de los dos protagonistas es también resultado del impecable perfilado de un cúmulo de personajes verdaderamente sobresalientes: Chuck, Mike, Nacho, Gustavo, y el más reciente Lalo, cuya construcción de personaje ha sido por demás brillante, y que gracias a la actuación desbordante de Tony Dalton, con esa sonrisa amable y bonachona que sólo denota la crueldad más absoluta, se ha convertido en uno de los villanos más memorables de la serie, y en el que probablemente sea la estrella de la sexta y última temporada.
Por último, tal vez lo que más me maravilla de la serie es el relato completamente desprovisto de glamour que hace del mundo del narcotráfico. A diferencia de otras series en las que se hace un retrato por momentos seductor de ese negocio donde los dólares caen del cielo, no hay un sólo segundo en Better Call Saul en el que se me antoje ser parte de ese mundo donde todos los personajes deben malabarear veinte intrigas, traiciones, dobles juegos, etc. y donde nadie puede salir a la calle sin mirarse cada dos segundos por encima del hombro. Un juego perverso del que es imposible salir con vida, y donde el glamour de los coches y las mujeres en bikini jamás compensará el placer de poder dormir una noche con tranquilidad. “Duermo una o dos horas máximo por noche”, le dice Lalo a Nacho frente a una fogata en el último capítulo de la quinta temporada, “algunos dicen que es una maldición, pero yo tengo las mejores ideas mientras todos duermen”. “Yo preferiría dormir”, dice Nacho mirando al fuego. Imposible. Ya eres parte del juego. 

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