No hace falta mas que ver Aliens, Terminator 2 o Raiders of the Lost Ark para concluir que acción no es sinónimo de estupidez, sin embargo, durante la última década (o tal vez más) el “cine de acción” hollywoodense ha sido el estandarte por excelencia de la torpeza argumental. Un cine que prefiere invertir su presupuesto en ejércitos de animadores que pasan meses retocando el brillo de un ojo, el vaivén de un cabello al viento, o el fuego de un millar de explosiones, en lugar de reflexionar en torno a nuevos caminos narrativos o historias medianamente interesantes. La perfección técnica ha quedado al servicio de la mediocridad narrativa.
La película, ubicada días antes de la caída del muro de Berlín, narra las peripecias de una espía que debe recuperar un reloj que en su interior guarda los nombres de todos los agentes secretos infiltrados en territorio alemán. ¡De revelarse la información la guerra fría podría prolongarse otros diez años! Exclama uno de los personajes para que nos quede claro de qué va la trama. Órale pues.
Es mediante esa excusa que Leitch nos embarca en un viaje lineal de dos horas, repleto de patadas y karatazos, que a pesar de presumir la encomiable anécdota de que Charlize Theron actuó sus propias escenas de acción sin el uso de dobles, termina siendo un espectáculo vacío que, por si fuera poco, cae en el peor pecado que puede cometerse en una cinta de espías: ser predecible.
Un elenco brillante se desperdicia en escenas carentes de interés dramático, que redundan en montajes de acción cuyo único punto a favor es que recurren lo menos posible a efectos especiales, demandando sin embargo una maestría en artes marciales que Theron no logra alcanzar, y que la pone en evidencia con movimientos lentos y demasiado calculados a lo largo de todo el metraje. Vamos, en cuestión de secuencias de acción cuerpo a cuerpo Atomic Blonde está a años luz de cintas como The Raid o Enter the Dragon.
Tal vez lo único verdaderamente disfrutable del filme sea su banda sonora, que funciona como un gran mixtape con Depeche Mode, David Bowie y The Clash en sus puntos más memorables. Sin embargo, las canciones no potencian las secuencias que musicalizan, quedándose el compendio de canciones como poco más que un agradable mixtape.
No desastroza pero inconsecuente, Atomic Blonde es un intento fallido de blockbuster que olvidaremos por completo en un mes (o tal vez menos).