Después de sus múltiples escarceos con una gran variedad tanto de movimientos como de industrias fílmicas, la danesa Susanne Bier finalmente ha conseguido el máximo galardón que año con año la academia norteamericana entrega, de forma siempre tímida, al cine que se produjo con alguna pretensión de mayor intensidad artística y que se disfraza bajo la categoría de mejor película extranjera.
Hævnen, cuya traducción literal del danés es Venganza, pretende ser una comparativa de dos mundos, que a pesar de estar separados por abismales diferencias culturales y étnicas, quedan vinculados por la violencia instintiva e incontrolable que yace en lo más profundo del ser humano. Dicha comparativa cae en la cada vez más frecuente costumbre de generalizar las condiciones sociales de un continente. White Material (2009) e Incendies (2010) son claros ejemplos de esta tendencia, en la que se contextualiza una gran región geográfica con base en los arraigados clichés que los occidentales percibimos de ella, a tal grado que incluso se omite la ubicación geográfica de la historia. Por desgracia para Bier, los dos excelentes filmes que menciono logran, a pesar de todo, su cometido con creces, mientras que Hævnen es simplemente un ejercicio insuficiente.
El guión de Anders Thomas Jensen, quien se ha convertido en un elemento inseparable del cine de Bier, tiene una premisa estupenda. La intensa relación de complicidad que se da entre dos niños que estudian en un colegio danés, la cual se desenvuelve en torno al padre de uno de ellos que trabaja como médico voluntario en un remoto país africano, plantea el escenario idóneo para poder desarrollar una gran cantidad de temas verdaderamente trascendentales, que de hecho se plantean con gran acierto durante la primera mitad de la cinta.
Una vez establecidas las motivaciones y traumas de los dos personajes infantiles, partidarios del uso de la violencia como método equilibrador del sistema social y establecido también el complejo modus vivendi del médico, al que interpreta de manera formidable Mikael Persbrandt, el filme se separa del buen camino al concluir con éxito muy pocos de los cuestionamientos inicialmente planteados y perdiéndose en un anecdotario predecible que es completamente ajeno al brillante inicio de la cinta.
En el aspecto técnico es impecable el trabajo de Morten Søborg detrás de la cámara, que se recrea con los paisajes africanos y con las caras de los actores, que juega con el paso de planos generales a planos medios cortos en décimas de segundo, generando efectos muy interesantes y que filma una secuencia de créditos finales francamente asombrosa.
Hævnen constituye un claro ejemplo de la fórmula necesaria para conseguir un Oscar y aunque me alegro por Bier, ya que si algo queda claro es que esta mujer es una apasionada del cine, no pude evitar sentirme ligeramente decepcionado con este filme.