Escribo enfadado, pero no con la clase de enfado que suele invadirme al pagar por ver una película que finalmente resulta insufrible, este enfado va mucho más allá, ya que se mezcla con una pena terrible al ver como un concepto cinematográfico, que tenía todo para convertirse en un hito importante, se descarrila, pero no a través de la mediocridad que surge del error fortuito, sino a través del error intencionado, de la falsa noción del “desmadre divertido”, de la exageración y de la ridiculez prefabricada.
Sin embargo, después de una floja secuela dirigida una vez más por los dos directores españoles, se aparece la esperpéntica tercera parte, turno ahora de Paco Plaza en solitario, la cual supuestamente funciona como una precuela, pero termina actuando más bien como un capítulo completamente aislado de las otras dos partes, dado que la historia no contribuye absolutamente en nada a la trama original.
La trama es simple: un hombre y una mujer celebran su boda en un salón de fiestas. Acto seguido se narra que uno de los invitados ha sido mordido por un perro que parecía muerto en un inicio pero volvió a la vida por causas desconocidas. Poco después el salón de fiestas se llena de zombis infectados por el virus y los dos protagonistas, marido y mujer, deben reencontrarse para conseguir escapar con éxito del lugar.
REC 3 parte de la premisa de dejar atrás la solemnidad y darle al fanático promedio del cine de zombis una buena dosis de humor y violencia. Personalmente no tengo nada en contra de la combinación entre humor y gore, ya que, de manejarse con inteligencia, puede dar resultados tan asombrosos como los exhibidos en la célebre trilogía de Evil Dead, sin embargo, a lo largo de la hora y media de metraje se comprueba que la capacidad humorística de Paco Plaza y sus dos guionistas de cabecera, Luiso Berdejo y David Gallart, coquetea en todo momento con el exceso y, peor aún, con el retraso mental.
En el departamento de vísceras REC 3 no es capaz de dar, salvo en sus ridículos cinco minutos finales, algo que supere en intensidad a sus predecesoras, situación que, aunada al hecho de que Plaza decide eliminar durante la mayor parte de la cinta el famoso efecto de cámara en mano, en pos de adoptar una estética cinematográfica convencional, termina por descarriar el asunto al grado de que el espectador, en más de una ocasión, se encontrará viendo las manecillas del reloj y rogando por el final anticipado del filme.
REC 3, que bien podría haber formado parte de la nefanda franquicia de No es otra tonta película de… (en este caso zombis), es de esas obras de las que no se puede rescatar prácticamente nada, ni la banda sonora (infectada también por el virus del tedio y el ridículo), ni las vergonzosas actuaciones, ni la malintencionada dirección y mucho menos los tímidos toques de gore que intentan causar algún tipo de impacto en el público.
Por desgracia para los que habíamos vaticinado que REC sería una de las franquicias más exitosas del género de terror moderno, Paco Plaza crea un filme fallido que, por si fuera poco, no es lo suficientemente malo para convertirse en obra de culto, quedando en el limbo de las películas que en veinte años se perderán en el fuego de algún almacén de celuloide para siempre (ojalá).