Después del gran recibimiento que convirtió a Blue Valentine en uno de los fenómenos fílmicos independientes más importantes del 2010, el director norteamericano Derek Cianfrance regresa, una vez más de la mano del adonis favorito de occidente, Ryan Gosling, para filmar una cinta extremadamente ambiciosa, cuyo alcance y estilo narrativo son, al mismo tiempo, su mayor acierto y su principal problema.
La contraparte de Gosling es el personaje de Bradley Cooper, un policía novato que por azares del destino es condecorado como héroe y que, gracias a su carácter inquebrantable, y envalentonado por su nuevo estatus de súper oficial, se enfrentará contra las más intrincadas redes de corrupción dentro de su estación de policía, para de esa forma ascender, por méritos propios, en la pirámide política estadounidense.
The Place Beyond the Pines es una gran muestra de las cualidades narrativas de Cianfrance, quien, a lo largo de los dos primeros actos del filme, consigue sorprender al espectador con un guión poco predecible, que además saca el mejor partido de dos de los actores más populares del momento. Cianfrance asume, con gran inteligencia, que tanto Cooper como Gosling tienen un rango mínimo de capacidad histriónica, por lo que les otorga un par de personajes diseñados a la medida del carácter con el que ambos actores pueden trabajar desde sus respectivos estereotipos: Gosling, el galán silencioso, rudo, carente de emociones, violento, pero con un corazón de oro; y Cooper, el galán íntegro, moderadamente renegado, padre de familia, profundamente norteamericano y, sí, también con corazón dorado.
La originalidad narrativa desplegada en las primeras dos secciones de la cinta, con actuaciones más que aceptables y una interesante progresión psíquica de los personajes, se ve ligeramente opacada por graves errores de lógica elemental, como la risible forma en la que se retratan los múltiples robos a bancos que hace el personaje de Gosling, o la nula continuidad de ciertos elementos de la historia, como la inexistente venganza del grupo de policías corruptos denunciado por el personaje de Bradley Cooper.
A pesar de todo lo anterior, la cinta consigue mantenerse a flote hasta el último tercio del tríptico, en el que básicamente se tira por la borda la pretendida originalidad de las dos primeras partes, para dar paso a una avalancha de lugares comunes, enseñanzas moralistas insufribles y las pésimas actuaciones de dos adolescentes, hijos de los protagonistas, mediante los que Cianfrance trata de exponer un ambiente determinista en el destino de los personajes, lo cual termina por convertir al filme, que pretendía contar una historia desde un brillante equilibrio de claroscuros entre bondad y maldad, en una experiencia tediosa y aleccionadora.
Resulta frustrante ver todo el potencial reunido en una cinta como The Place Beyond The Pines, en la que se muestra un elenco cómodo y efectivo, una premisa de la que se podrían sacar grandes conclusiones y un director que no sólo tiene un talento innegable, sino que además se rodea de técnicos brillantes como Sean Bobbit (Shame), a cargo de la cámara, o el músico Mike Patton, quien en esta ocasión crea una hermosa banda sonora, para luego atestiguar como el filme termina por perderse en la inconsistencia y en el más enfadoso fatalismo moral. A pesar de todo, estoy convencido de que Cianfrance tiene mucho que darle al cine contemporáneo, aunque al parecer tendremos que esperar un poco más para comprobarlo.