Inside Llewyn Davis (2013)

Hay cierta belleza en la mediocridad, en la imposibilidad de ser alguien en la vida, en el hecho de levantarse día con día en busca de algo y fracasar, en la decadencia de los ideales, en el revolucionario que se une al sistema tras rendirse y en aquellos que se van de esta vida sin dejar nada atrás, ya que, a final de cuentas, la vida es una batalla que todos irremediablemente terminamos por perder, y estos héroes de la mediocridad no dejan de recordarnos a nosotros mismos. Los hermanos Coen están conscientes de ello, y a lo largo de su nada modesta filmografía se han convertido hasta cierto punto en expertos cronistas del hombre común, del hombre que a lo largo de su vida pierde más de lo que gana, pero que cada mañana está ahí, en las calles, listo para una nueva cruzada.

Llewyn Davis es un cantante norteamericano de folk que pasa los días persiguiendo el sueño de darse a conocer como poeta y músico. La muerte de su hermano, con quien formaba un dueto que consiguió grabar un disco, cae sobre él como una sombra ineludible y al mismo tiempo como el mayor aliciente para alcanzar la fama, apenas un par de años antes de que el famoso disco, The Freewheelin’, de Bob Dylan, pusiera todos los reflectores en el musicalmente modesto pero líricamente explosivo género del folk.

Inside Llewyn Davis es básicamente eso, una cinta que puede leerse al mismo tiempo como el modesto viaje de un músico en busca de la supervivencia, o como una odisea emocional de proporciones gigantescas rumbo al núcleo de la mediocridad.

Interpretado de forma notable por el músico y actor Oscar Isaac, Llewyn Davis es la figura del bohemio atormentado por excelencia, viviendo del dinero que consigue con esporádicos conciertos en bares y durmiendo eternamente en los sofás de conocidos y desconocidos, es un personaje que esgrime con firmeza el talento del que se sabe poseedor, que ataca a los amigos que han ido incorporándose gradualmente a las obligaciones de la adultez mientras dejan de lado sus sueños de juventud, pero al mismo tiempo es un hombre que, con el paso del tiempo, sabe que tarde o temprano tendrá que rendirse ante la corriente, abandonar la eterna lucha y convertirse en un marinero como su padre.

La narrativa de los Coen, que como siempre trata lo más posible de alejarse de los lugares comunes, crea en Inside Llewyn Davis un relato con momentos de gran belleza que, a pesar de sentirse como un divertimento alejado de sus obras magnas, conquista al espectador con una historia muy delicada que se aventura en terrenos ya explorados con anterioridad, pero que consigue salir avante para convertirse en una de las experiencias más genuinamente “bonitas” del año.

Primera incursión de los Coen con el fotógrafo Bruno Delbonnel tras la cámara, Inside Llewyn Davis está impregnada de un eterno y marcadísimo tono azul, tan melancólico como las entrañas del personaje principal, que por momentos cansa al ojo del espectador. Afortunadamente esto casi siempre se subsana gracias al talento de Delbonnel para encuadrar y crear tomas de gran belleza.

A pesar del gran elenco, que además de Isaac incluye a figuras como Carey Mulligan, Justin Timberlake o John Goodman, es la música el principal motor de la cinta. El soundtrack, que parte de composiciones originales de Dave Van Ronk, músico oriundo de Brooklyn en el que supuestamente se basa el personaje de Llewyn Davis (escúchese el disco Inside Dave Van Ronk), terminó convirtiéndose en un conjunto de canciones folk, modificadas por los hermanos Coen en colaboración con Oscar Isaac, Justin Timberlake, Todd Kasow y el productor T-Bone Burnett, las cuales funcionan como un hermoso compendio que abarca desde lo más sentido que tenía para ofrecer el folk en los sesenta (escúchese la canción Fare Thee Well), hasta su faceta más luminosa y pop (escúchese la genial Please Mr. Kennedy).

Con su invariable garantía de calidad, los Coen vuelven a entregar una obra interesante y redonda a pesar de encontrarse algunos peldaños por debajo de lo que sabemos pueden conseguir, sin embargo, la logradísima y creíble melancolía vital que se transmite a lo largo del metraje, así como las incontables subtramas plagadas de metáforas fantásticas, destacando sobre todo el viaje homérico de un pequeño gato a lo largo de toda la cinta, convierten a la película en un espectáculo al que no le queda otro adjetivo mas que el de entrañable. Aplausos.

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