The World’s End (2013)

No consigo conectar con Edgar Wright. Por más que lo intento, y por más que vuelvo a caer una y otra vez en su obra, en parte gracias a sus casi siempre estupendas premisas, siento que siempre hay algo que se descarrila en el metraje, algo que irremediablemente se sale de control y se pierde en la nada. Sin embargo, para fortuna de Wright, por cada espectador que piensa como yo, hay otros cien que opinan lo contrario y que lo han encumbrado como uno de los directores de comedia más renombrados del momento, el cual en esta ocasión vuelve a la carga con un filme que, para bien o para mal, está totalmente impregnado de su inconfundible estilo narrativo.

Si algo no puede reclamársele a Wright es su habilidad para crear premisas atractivas, capaces de atraer a la gente a las salas. Amo del remix, la capacidad del director británico para combinar géneros, personajes y situaciones explotadas en décadas anteriores, de forma que se obtenga un producto fresco y nuevo, es innegable. No hace falta mas que ver Scott Pilgrim vs the World, a mi gusto su mejor cinta (probablemente porque el guión no es precisamente suyo), para apreciar a fondo el gusto del director británico por los detalles, así como su gigantesco bagaje cultural pop, el cual saca a relucir casi siempre con estupendos resultados. Por desgracia, una película no sólo son detalles evocativos o interesantes planteamientos, también hay que saber mantener y concluir la historia, puntos en los que Wright suele desinflarse por completo.

The World’s End es una comedia que narra el reencuentro de cinco amigos preparatorianos que, tras haberse dejado de ver por diversas razones, son convocados veinte años después por el miembro más problemático del grupo, para intentar consumar el principal reto alcohólico de su pueblo natal, un tour de bares llamado The Golden Mile, compuesto por 12 establecimientos donde deberán tomar (en cada uno) al menos una pinta (568 ml) de cerveza para hacer historia.

Ya de por sí con una buena premisa para hacer una comedia, la reunión toma un giro inesperado cuando los cinco amigos comienzan a percatarse de que algo raro ocurre en su pueblo natal. La gente actúa de forma extraña y sus conocidos se notan distanciados e impersonales. Es ahí cuando la mente de Edgar Wright transforma una comedia emotiva sobre la amistad, en un festival demencial de acción que se antojaba absolutamente fenomenal.

Por desgracia, los brillantes giros narrativos iniciales se pierden gradualmente en un mar de inconsistencias que desconectan al espectador de la experiencia fílmica. Suena ridículo pedirle consistencia a una película sobre alienígenas, robots y ríos de cerveza, sin embargo, aún las cintas que fundamentan sus argumentos en la irreverencia y el caos, deben mantener el hilo lógico, por más delgado que éste sea, dentro de los límites y reglas que el propio filme se impone o crea.

Triste resulta ver a un elenco tan equilibrado y entrañable como el que lideran Simon Pegg y Nick Frost, habituales colaboradores de Edgar Wright, hundirse en el sinsentido de una trama cuyas estupendas ideas podían haber sido usadas con muchísima más pericia.

Remix cómico y sci-fi de la célebre Invasion of the Body Snatchers de Don Siegel, The World’s End es una comedia que replica una vez más las mismas carencias que Wright evidenció en la celebradísima Shaun of the Dead, al grado de que incluso calca la estructura de ésta para delinear secuencias de persecución o gags cómicos muy similares. De forma que, a modo de breve conclusión, si disfrutaron el acercamiento de Wright al mundo zombi en Shaun of the Dead, corran a ver The World’s End, de lo contrario, absténganse.

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