Room (2015)

La desgracia ajena nos atrae. Las historias de supervivencia extrema se han convertido en auténticos fetiches del periodismo contemporáneo. Vender periódicos con portadas escandalosas que narran las atrocidades de anónimos seres humanos camuflajeados dentro del ecosistema citadino, es una fórmula tan burda como recurrente –véanse las portadas del periódico mexicano METRO, para apreciar uno de los ejemplos más floridos al respecto–.

Es gracias al frenesí por comprobar qué tan bajo puede caer la humanidad, que todos los días se consumen como pan caliente historias de canibalismo, violentos asesinatos, tortura, y secuestros. Nos encanta sentirnos escandalizados, y aquel que lo niegue: que tire la primera piedra.

Dentro de las diferentes categorías que componen el catálogo de las atrocidades humanas, el secuestro nos ha regalado abominaciones de gran calado. No hace falta mas que recordar a Josef Fritzl: ciudadano austriaco que mantuvo secuestrada a su hija durante 24 años en un sótano, y con la que tuvo 7 hijos hasta finalmente ser descubierto. Room retoma los elementos primordiales de dicha historia, moderando un poco el tono brutal del hecho –que alguien viole durante 24 años a su propia hija y engendre 7 pequeños con ella es demasiado increíble, incluso para el cine– para relatar la historia de una mujer secuestrada por un demente y encerrada durante varios años en un cobertizo, junto a su hijo: producto de los abusos del verdugo.

Room es en realidad dos cintas: la primera es un relato virtuosamente construído sobre el aislamiento, narrado desde los ojos de un infante cuyo único contacto con el exterior es una televisión y la traducción que su madre hace de las imágenes que ésta proyecta. Es en dicha sección del metraje que brilla el trabajo directorial de Lenny Abrahamson y el de su fotógrafo Danny Cohen, trabajo que se construye a través de decenas de secuencias maravillosamente filmadas, que transforman un cuarto de apenas cuatro metros cuadrados en un universo de gran dinamismo y movilidad.

Por desgracia, el brillante trabajo del pequeño Jacob Tremblay, y el interesante análisis que la escritora Emma Donoghue hace de los efectos del aislamiento en una mente que no puede conceptualizar el mundo exterior, se vienen abajo tras el proceso de liberación –no estoy diciendo nada que no se vea en el trailer del filme– parteaguas narrativo que da inicio a la insufrible segunda mitad, plagada de moralismos absurdos y conflictos puramente anidados en el cliché y en lo previsible.

Brie Larson, quien durante el encierro de su personaje muestra tablas como actriz, se desmorona en la segunda mitad junto a la breve y penosa actuación del casi siempre impecable William H. Macy, que encarna al ridículo padre de la protagonista.

Película altamente irregular, Room se presenta como un análisis flojo y simplón de los mecanismos mentales involucrados en el aislamiento y en la posterior reincorporación humana a un orden social ajeno y hostil, olvidando por completo procesos mentales básicos como el síndrome de Estocolmo, que brilla por su ausencia en el carácter de una mujer que pareciera haber pasado siete días y no siete años secuestrada.

Lenny Abrahamson crea un trabajo de vista obligada para escenógrafos, fotógrafos o fanáticos de la lágrima fácil y tramposa. El resto, favor de abstenerse.

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