Pocos podrán negar que el cierre del 2018 fue un parteaguas importante para NETFLIX. Durante algunos años ya, el gigante mundial del streaming se ha enfrascado en una obsesiva carrera por generar contenido original, con el único objetivo de conservar el terreno conquistado frente a la aparición de nuevos canales como Hulu, Amazon Prime, HBO, Youtube TV, así como otras propuestas de menor calado, que han fragmentado el otrora monopólico dominio de NETFLIX en cuanto a consumo de películas y series por Internet se refiere.
Un compendio de actuaciones deficientes y personajes mal perfilados –de pena ajena ver a John Malkovich en clave de caricatura republicana– terminan por asesinar cualquier atisbo de disfrute emotivo o coherencia narrativa en Bird Box, viéndose Sandra Bullock completamente rebasada por una película que, a pesar de sus evidentes esfuerzos histriónicos (sobre todo para esbozar expresiones humanas a través de un rostro paralizado por el botox) no consigue transmitir la menor empatía al espectador en una trama que deviene una y otra vez en ingenuidades casi adolescentes. Vamos, ni siquiera el soundtrack de Trent Reznor y Atticus Ross consigue hacer algo por la desastrosa atmósfera de este malogrado compendio de clichés, cuya mayor aspiración radica en reflexionar de la forma más torpe posible sobre el significado de la maternidad.
Por desgracia, la calidad del segundo as bajo la manga de NETFLIX no es mucho mejor que la del primero, ya que el innegable acierto técnico, narrativo, pero sobre todo publicitario (obvio) de Bandersnatch, que retoma la vieja idea de los libros de aventuras múltiples para adaptarla de forma revolucionaria a la interfaz del usuario netflixeano, funciona como mero aderezo de una narrativa torpe y ramplona que, de haberse contado de forma lineal, habría pasado sin pena ni gloria como un capítulo medianamente aceptable de la irregular serie de donde supuestamente se desprende su mitología: Black Mirror.
Un programador de los años ochenta (nostalgia, ¿estás ahí?) es contratado por una empresa de videojuegos para adaptar la trama de una novela de opción múltiple a un juego en 3D. La narrativa del programa se desarrolla con base en una serie de opciones binarias mediante las que el jugador reacciona a la historia que se le presenta, del mismo modo que el espectador de NETFLIX interactúa con la película, implementando un juego de metaficción bastante interesante, que sin embargo nunca llega a explotar de lleno sus posibilidades al quedarse atorado en la anecdótica pérdida de razón de un adolescente que cede ante la presión de programar un juego inabarcable, todo esto aderezado con los respectivos flashbacks que nos revelan una traumática historia personal anclada en los clichés más elementales de un drama de orfandad.
Si en Bird Box la propuesta estética se veía supeditada en todo momento a la funcionalidad de contar una historia de la forma más convencional posible, en Bandersnatch la intencionalidad estética es prácticamente inexistente. Filmada con la frialdad de un capítulo de serie genérico, Bandersnatch fracasa tanto en el rubro de actuación –llamar sobreactuado al trabajo de Fionn Whitehead es quedarse corto– como en el de su historia, que rebota sin control entre un cúmulo de intrascendencias que van desde conspiraciones gubernamentales hasta botargas de monstruos, todas igualmente ramplonas, y todas evidenciando que la aparente cantidad infinita de permutaciones presumidas por NETFLIX resultan una mera cortina de humo para maquillar una historia profundamente convencional.
Al final del día NETFLIX parece ser un mejor cazador de proyectos prácticamente ejecutados, como en el caso de Beasts of No Nation, o Roma, que una verdadera compañía productora de ideas interesantes. El camino es largo, y por desgracia NETFLIX (al menos en su división de largometrajes) le está apostando más a la creación de hype que al cuidado de sus contenidos. Lo peor del asunto es que parece que les está funcionando. Ojalá la gente pueda ver más allá de los memes y juzgue estos productos con la frialdad que merecen. Exijamos más. A final de cuentas, estamos pagando por ello.