Bandersnatch & Bird Box (2018)

Pocos podrán negar que el cierre del 2018 fue un parteaguas importante para NETFLIX. Durante algunos años ya, el gigante mundial del streaming se ha enfrascado en una obsesiva carrera por generar contenido original, con el único objetivo de conservar el terreno conquistado frente a la aparición de nuevos canales como Hulu, Amazon Prime, HBO, Youtube TV, así como otras propuestas de menor calado, que han fragmentado el otrora monopólico dominio de NETFLIX en cuanto a consumo de películas y series por Internet se refiere.

El meteórico despegue que NETFLIX experimentó en sus primeros años de vida y la progresión exponencial de sus suscriptores está llegando a su fin gracias a la creciente dificultad de seguir sumando adeptos en un mercado saturado, situación que aunada a la desproporcionada deuda del canal (8,340 millones de dólares de deuda a largo plazo y 18,600 millones de dólares a corto plazo) ha comenzado a levantar algunas banderas de alerta en torno a la viabilidad del proyecto en su conjunto.
Es en ese complejo panorama que se estrenaron las dos cartas más fuertes de NETFLIX durante el 2018, Bird Box y Bandersnatch, dos películas de género que buscan complementar el prestigio que Roma le dará a la empresa en la temporada de premios, generando lo que en verdad le interesa a NETFLIX: clics, viralidad, minutos vistos en su plataforma y, como consecuencia de la exposición mediática, nuevos suscriptores. 
Si confiamos en los números que NETFLIX presume (supuestamente 45 millones de cuentas han visto Bird Box desde su estreno) el resultado fue por demás exitoso, sin embargo, el número de espectadores lo único que comprueba es la gran habilidad de la plataforma para generar expectativa. Como ejemplo de esto podemos hacer hincapié en la teoría de conspiración (cada vez más fundamentada) que apunta a que la desmedida oleada de memes de Bird Box que inundaron Internet en las últimas semanas no es otra cosa que una campaña prefabricada por NETFLIX para promocionar el filme. Pero la pregunta queda aún en el aire: ¿en realidad estas cintas que, a diferencia de Roma, fueron concebidas desde cero por NETFLIX con el único propósito de generar ruido mediático y rédito económico, son buenos productos cinematográficos? ¿En verdad NETFLIX proyecta en sus dos películas insignia del año el rol de una casa productora innovadora de la talla de Blumhouse o A24? Veamos.
Por un lado tenemos Bird Box, un thriller que se suma a la reciente era dorada de filmes de terror de impedimentos físicos (Hush, Don’t Breathe, A Quiet Place, por mencionar algunos) en donde los protagonistas se enfrentan al horror que deviene de la imposibilidad de utilizar alguno de sus sentidos con normalidad, cuya trama presenta la historia de una mujer y dos niños que deben escapar de un grupo de criaturas sobrenaturales que inducen al suicidio a cualquier persona que las vea. La sinopsis de la cinta, adaptada de la novela homónima de Josh Malerman, suena en principio ridícula, sin embargo, la experimentada directora danesa Susanne Bier consigue mantener un buen nivel de tensión durante los primeros cuarenta minutos del metraje hasta que, por desgracia, el argumento se deja alcanzar por lo ridículo de su premisa.

Un compendio de actuaciones deficientes y personajes mal perfilados –de pena ajena ver a John Malkovich en clave de caricatura republicana– terminan por asesinar cualquier atisbo de disfrute emotivo o coherencia narrativa en Bird Box, viéndose Sandra Bullock completamente rebasada por una película que, a pesar de sus evidentes esfuerzos histriónicos (sobre todo para esbozar expresiones humanas a través de un rostro paralizado por el botox) no consigue transmitir la menor empatía al espectador en una trama que deviene una y otra vez en ingenuidades casi adolescentes. Vamos, ni siquiera el soundtrack de Trent Reznor y Atticus Ross consigue hacer algo por la desastrosa atmósfera de este malogrado compendio de clichés, cuya mayor aspiración radica en reflexionar de la forma más torpe posible sobre el significado de la maternidad.

Por desgracia, la calidad del segundo as bajo la manga de NETFLIX no es mucho mejor que la del primero, ya que el innegable acierto técnico, narrativo, pero sobre todo publicitario (obvio) de Bandersnatch, que retoma la vieja idea de los libros de aventuras múltiples para adaptarla de forma revolucionaria a la interfaz del usuario netflixeano, funciona como mero aderezo de una narrativa torpe y ramplona que, de haberse contado de forma lineal, habría pasado sin pena ni gloria como un capítulo medianamente aceptable de la irregular serie de donde supuestamente se desprende su mitología: Black Mirror.

Un programador de los años ochenta (nostalgia, ¿estás ahí?) es contratado por una empresa de videojuegos para adaptar la trama de una novela de opción múltiple a un juego en 3D. La narrativa del programa se desarrolla con base en una serie de opciones binarias mediante las que el jugador reacciona a la historia que se le presenta, del mismo modo que el espectador de NETFLIX interactúa con la película, implementando un juego de metaficción bastante interesante, que sin embargo nunca llega a explotar de lleno sus posibilidades al quedarse atorado en la anecdótica pérdida de razón de un adolescente que cede ante la presión de programar un juego inabarcable, todo esto aderezado con los respectivos flashbacks que nos revelan una traumática historia personal anclada en los clichés más elementales de un drama de orfandad.

Si en Bird Box la propuesta estética se veía supeditada en todo momento a la funcionalidad de contar una historia de la forma más convencional posible, en Bandersnatch la intencionalidad estética es prácticamente inexistente. Filmada con la frialdad de un capítulo de serie genérico, Bandersnatch fracasa tanto en el rubro de actuación –llamar sobreactuado al trabajo de Fionn Whitehead es quedarse corto– como en el de su historia, que rebota sin control entre un cúmulo de intrascendencias que van desde conspiraciones gubernamentales hasta botargas de monstruos, todas igualmente ramplonas, y todas evidenciando que la aparente cantidad infinita de permutaciones presumidas por NETFLIX resultan una mera cortina de humo para maquillar una historia profundamente convencional.

Al final del día NETFLIX parece ser un mejor cazador de proyectos prácticamente ejecutados, como en el caso de Beasts of No Nation, o Roma, que una verdadera compañía productora de ideas interesantes. El camino es largo, y por desgracia NETFLIX (al menos en su división de largometrajes) le está apostando más a la creación de hype que al cuidado de sus contenidos. Lo peor del asunto es que parece que les está funcionando. Ojalá la gente pueda ver más allá de los memes y juzgue estos productos con la frialdad que merecen. Exijamos más. A final de cuentas, estamos pagando por ello.

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