Casi en su totalidad, el cine serbio que consigue traspasar las fronteras de distribución local para exportarse y exhibirse en festivales internacionales, llama la atención por su obsesión creativa relacionada con el planteamiento de escenarios e historias de gran impacto visceral, asociados casi siempre a tramas que exploran los límites de la crueldad humana y que juegan con la tolerancia visual del espectador.
Fueron el profundo trauma dejado por las guerras genocidas de los años noventa y la terrible pobreza posterior a dichos conflictos, los detonantes de una corriente cinematográfica de muy bajo presupuesto que, a través de la elaboración de películas con propuestas orientadas al shock puro y duro, pretendían dar a conocer al mundo la situación de deshumanización imperante en la posguerra. Dichas obras disfrazaron la intertextualidad política de sus propuestas bajo las etiquetas de thriller o cine de terror, estratagema que colocó a estos filmes como artículos de interés que poco a poco fueron ganando notoriedad a nivel internacional.
Un año antes de que A Serbian Film surgiera como la cinta insignia del movimiento de cine serbio extremo, el director Mladen Djordjevic consiguió financiar un pequeño proyecto semiautobiográfico, en el que relataba las vicisitudes de un joven cineasta que, al no poder recaudar dinero para dar vida a sus aspiraciones cinematográficas, decide incursionar como director en el mundo del cine pornográfico.
Motivado por la posibilidad de utilizar los ingresos obtenidos en la pornografía para filmar sus proyectos personales, e influenciado por la potencia visual del sexo explícito, el joven director, interpretado por el galán serbio Mihajlo Jovanovic, decide ensamblar una especie de compañía de teatro amateur, para realizar giras a lo largo y ancho del territorio serbio, montando espectáculos tipo performance con sexo explícito y una fuerte carga política. Sin embargo, todo se complica cuando aparece un productor de cine pornográfico que intenta convencer al protagonista de que el verdadero negocio está en filmar cintas snuff.
Agresiva, hiperviolenta, sexualmente ofensiva y bandera de un presente devastador, The Life and Death of a Porno Gang tiene todos los elementos de una historia que podría ser interesante, pero termina descarrilándose por completo debido a sus forzados intentos por sobreimpactar a su público, erigiéndose como un collage de perversiones que quieren transmitir un mensaje potente, pero que nunca terminan por descifrar cómo hacerlo.
Visualmente inconsistente, al plantearse inicialmente como un documental filmado por el propio director y luego abandonar dicho estilo, el filme pretende ser una especie de adaptación del viaje psicodélico que hizo Ken Casey a bordo del famoso autobús furthur en los años sesenta. Por desgracia, el resultado es, a pesar de su arriesgada propuesta, ingenuo y simplón, sobresaliendo únicamente por su capacidad escenificadora de la crueldad, que hará de esta cinta un fetiche para aquellos adolescentes que busquen emociones fuertes, pero que eventualmente la hará caer en el olvido.