World of Tomorrow (2015)

Contra toda lógica, el cortometraje suele ser un formato despreciado por los círculos de la crítica cinematográfica. El argumento de que una obra debe tener ciertas dimensiones para considerarse magna es a todas luces risible, sin embargo, el consenso crítico suele ligar a la brevedad con la intrascendencia. ¿Es acaso La montaña mágica de Mann nueve veces más importante que el Pedro Páramo de Rulfo por la única razón de tener nueve veces más páginas? ¿O debemos acaso despreciar la Hilandera de Vermeer por medir 24x21cm? Para tal caso, las películas más trascendentes de la historia serían la mastodóntica Sátántangó, de Bela Tarr, con sus 7 horas de metraje; o Resan, el documental sobre energía nuclear y pobreza del cineasta Peter Watkins, cuya insoportable duración es de 14 horas y media.

Si racionalizamos que la calidad de una obra y su capacidad para compenetrarse con la mente del espectador poco tienen que ver con su tamaño o duración, resulta frustrante el desdén con el que se tratan piezas cinematográficas del calibre de World of Tomorrow: el más reciente cortometraje del animador estadounidense Don Herzfeldt, producto de tres años de intenso trabajo en solitario tras el moderado éxito de su mediometraje It’s Such a Beautiful Day.

A lo largo de 17 minutos de metraje, World of Tomorrow narra el encuentro de Emily –una niña de nuestra época– con un clon del futuro que decide contactarla para recuperar un recuerdo antes de que el mundo sea destruido. Dicha premisa, tan poética como devastadora, es apenas el esqueleto de uno de los filmes más delicados y complejos de ciencia ficción que se hayan estrenado en la última década –no, no es exageración–.

A partir del encuentro de Emily con su clon adulto del futuro –el clon fue creado a partir de una célula de Emily– Hertzfeldt se permite explorar una gran variedad de temas de extraordinaria complejidad, valiéndose de una asombrosa capacidad de síntesis que en ningún momento sacrifica lógica o profundidad narrativa.

El futuro de Herzfeldt, narrado en boca del clon, ocurre en un planeta Tierra plagado de anomalías sociales y tecnológicas que se alejan por completo de los clichés futuristas explorados hasta el hartazgo por el cine sci-fi contemporáneo; un mundo que sorprende al espectador con nociones de la más depurada ciencia ficción, aderezadas con esa nostalgia que permea prácticamente toda la obra audiovisual del director norteamericano –véase la secuencia del museo de recuerdos, o la increíblemente hermosa escena de la lluvia de estrellas fugaces cadavéricas–.

La desbordante imaginación de Hertzfeldt, que lejos de mostrarse producto de una súbita epifanía se intuye como el trabajo de un hombre que lleva años reflexionando sobre un mismo tema, se combina en un maridaje perfecto con las secuencias visuales del filme, que mantienen el gusto de Hertzfeldt por el minimalismo en el diseño de personajes, y que asombran por su capacidad para crear mundos alucinógenos de caprichosas e hipnóticas geometrías.

La idea de que un cortometraje de 17 minutos de duración pueda ser una de las mejores películas de ciencia ficción de la década suena –para los adeptos a los cánones tradicionales del cine– completamente descabellado, sin embargo, World of Tomorrow es una de las piezas más perfectas que ha engendrado dicho género en fechas recientes, y una prueba de que la trillada frase “no hay nada nuevo bajo el sol” es, en buena medida, una auténtica estupidez.

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