Pocas películas han logrado generar niveles de expectación y fanatismo tan altos como Watchmen. La adaptación de la que es considerada casi de forma unánime la novela gráfica más importante de todos los tiempos, pasó por un larguísimo proceso previo a su filmación (desde 1987). En un principio se pensó que la obra maestra de Alan Moore y Dave Gibbons era imposible de filmar, debido a su enorme complejidad narrativa, épica duración e increíble necesidad de recursos visuales. Sin embargo, conforme pasaron los años, las novedosas técnicas de filmación y el siempre rentable interés del público por los superhéroes, hizo que la idea comenzara a reconsiderarse. Finalmente, después de barajar nombres de directores entre los que figuraban Terry Gilliam y Darren Aronofsky, Zack Snyder fue elegido para llevar a la pantalla grande el proyecto que prometía ser la mejor película de superhéroes de la historia y para algunos incluso la Citizen Kane del nuevo siglo (lo llegué a escuchar).
Debo confesar que yo me vi completamente inmerso en el frenesí publicitario y aunque sabía que no sería el Acorazado Potemkin del nuevo siglo, si llegué a pensar que tal vez sería la mejor película de superhéroes de la historia.
Al salir del cine no puedo negar que quedé ligeramente decepcionado, ya que aunque no es una mala película, mis expectativas estaban realmente por las nubes en comparación a lo que vi. Sobre todo después de experimentar los primeros minutos de la película, que son sin duda una de las mejores secuencias iniciales que haya visto en los últimos años. Sin embargo, conforme la historia avanza, se tiene la sensación de que hay una infinidad de cosas sin contar. Los personajes se van desenvolviendo entre flashbacks que revelan medianamente sus motivaciones, pero que casi nunca llegan a conectar emocionalmente con el espectador, en parte por las malas actuaciones y en parte por el ritmo de la película.
Lo rescatable de la cinta es la visión global de la historia, llena de matices donde ningún personaje es blanco o negro, sino más bien se difumina en escalas de grises, en algunos casos más oscuros y en otros más claros, hasta que la interacción de todos estos superhumanos engendra un desenlace que sin duda es bastante interesante.
La verdad es que, con las buenas películas que están en la cartelera de esta temporada, probablemente puedan prescindir de Watchmen, sin embargo, tampoco es una película deplorable y tiene muchas cosas interesantes, incluyendo el esperado festín visual, un magnífico soundtrack encabezado por Jimmy Hendrix, Leonard Cohen, etc. y una secuencia inicial que bien vale la película. Ahora cada vez que escuche a Bob Dylan cantar The Times they are A-Changin’ pensaré en Watchmen.