Una de las más grandes constantes dentro de la historia de la humanidad es la guerra. ¿Qué son los compendios de historia universal sino recuentos de innumerables conflictos bélicos que dieron pie a nuevas civilizaciones e hicieron desaparecer a otras? Nos guste o no (nos horrorice o no) la ciencia, la filosofía, el arte y la tecnología están intrínsecamente relacionadas con los ciclos bélicos del mundo y con el choque de culturas que, además de traer violencia, muerte y desolación, han dado pie al mestizaje racial y sociocultural. Es por lo anterior que hoy, mañana y siempre, la guerra estará de moda, ya sea como vehículo para esparcir una ideología (ISIS), como mecanismo para mejorar la economía (EUA), o como muestra del innegable delirio de poder humano (Boko Haram).
Adaptación del polémico libro The Operators, en el que el reportero Michael Hastings reveló la demencial red de torpezas detrás del conflicto bélico entre Estados Unidos y Afganistán, War Machine es un filme que busca transmitir, mediante un estilo satírico-dramático, el perturbador panorama de la guerra moderna, desmitificando la omnipotencia estadounidense, y hasta cierto punto ridiculizando a aquellas mentes que muchas veces consideramos lo suficientemente capacitadas para determinar el rumbo del mundo.
El leitmotiv de War Machine es un rotundo “nadie sabe nada”, seguido de un aterrador “y a nadie le importa”. El protagonista del filme –Brad Pitt en clave de sátira caricaturesca– es el general Glen McMahon: un personaje ficticio que en realidad no es otro mas que el general Stanley McChrystal, quien perdió su trabajo tras publicarse en la revista Rolling Stone la entrevista que Michael Hastings tomó como base para escribir The Operators, y que durante dos horas de metraje intenta ganar una guerra con poco poder mediático –olvidada incluso por el propio Obama– que se encuentra en un auténtico callejón sin salida, y en la que miles de jóvenes pelean sin noción de victoria o esperanza alguna de gloria.
Prueba de que cantidad no es sinónimo de calidad, el segundo largometraje bélico de NETFLIX palidece frente a su antecesor. Donde en Beasts of No Nation se evidenciaba la calidad compositiva de la lente de Fukunaga –deudora del trabajo fotográfico de Richard Mosse– en War Machine no encontramos la más mínima intencionalidad estética, al optar Michôd por un acercamiento mucho más afín a las series televisivas que tanto le han redituado a NETFLIX, cuyo principal objetivo es transmitir información en lugar de crear atmósferas cinematográficas. Y por otro lado, mientras que en Beasts of No Nation teníamos la potencia histriónica de Idris Elba y de su demoledor elenco infantil, en War Machine tenemos a un compendio de caricaturas que buscan representar una pantomima de lo que debe ser el ejército estadounidense (situación que no estaría nada mal si la inteligencia satírica del filme fuera similar a la de Kubrick en Dr. Strangelove, pero en este caso resulta evidente que Brad Pitt está a años luz de ser Peter Sellers).
Tal vez lo más rescatable e interesante de la película sean las secuencias en las que se revela la fragilidad de los mecanismos de toma de decisiones en los altos mandos militares, así como el auténtico desastre geopolítico que ha sido la guerra contra Afganistán. Sin embargo, más allá de los impactantes datos duros, War Machine es un filme torpe y, peor aún, intrascendente.