Todo mundo defiende el estilo de vida que ha elegido en un intento de autoconvencerse de que ha tomado las decisiones correctas. Los solteros defienden su libertad, los casados su matrimonio y los divorciados maldicen el matrimonio para encontrarse años después nuevamente en el altar. De lo que no hay duda es que las relaciones personales bajo el nivel que sea presentan una gran complejidad y ninguno de los caminos es más sencillo que el otro.
Jason Reitman, el director de Juno (la “comedia independiente de moda” del 2007), ha logrado crear un fantástico filme que analiza de forma muy acertada el problema de las relaciones sentimentales, en una época en la que el matrimonio se convierte en una opción menos recurrente.
Una vez más volvemos a encontrarnos con el galanazo George Clooney actuando el papel de su vida, cool, desenfadado, seguro de sí mismo y conquistador absoluto de mujeres, sólo que esta vez Reitman consigue sacarle mucho más al personaje que todos conocemos, colocándolo en un traje de vulnerabilidad que curiosamente saca lo mejor de Clooney como actor.
La historia sigue a Ryan Bingham, un hombre que vuela 280 días al año desplazándose dentro del territorio norteamericano con el único propósito de despedir gente. En efecto, el hombre trabaja para una compañía que se especializa en informarle a los trabajadores de diversas empresas que los han despedido.
Dada la crisis económica actual, el negocio de este funesto mensajero se encuentra en auge, por lo que en un intento de abarcar la mayor parte posible del territorio a un menor costo, la empresa decide instalar el “despido online”, lo que obligaría a Clooney a detener su rutina viajera. Lo que no les he dicho es que este hermitaño del aire vive fascinado con su estilo de vida y no está dispuesto a dejarlo, de forma que decide mostrar la inviabilidad del nuevo procedimiento al llevar a la chica que lo promueve en un tour intensivo de despidos.
La película tiene una gran cantidad de subtramas que no contaré, pero con la excusa de este tour por el horror de la miseria capitalista, se compenetra al público con el estilo de vida del hermitaño moderno, que enfrenta sus ideales contra los de la joven estudiante de psicología que cree saberlo todo sobre la vida y ansía seguir el camino socialmente preestablecido.
El tremendo acierto del filme es su objetividad, ya que ninguno de los dos puntos de vista sale victorioso del combate. El hermitaño a pesar de disfrutar su vida de casi completa libertad tiene una constante nostalgia por el ideal de establecerse con una pareja, mientras que los casados, a pesar de tener siempre alguien a su lado, enfrentan una ilimitada cantidad de problemas para mantener en pie su matrimonio.
Up in the Air motiva un debate realmente interesante sobre el futuro de las relaciones, pero además es una película con grandes actuaciones, una enorme sensibilidad ante el problema y un excelente soundtrack que en unos momentos buscaré. Todo mundo dice que ésta podría ser el caballo negro de los Oscar y aunque dudo mucho que supere a la carta de presentación de 1 900 millones de dólares recaudados por Avatar, al menos Reitman puede estar orgulloso de esta cinta, que ha dejado a Juno y Thank you for Smoking como películas muy normalitas dentro de su filmografía.