A pesar de ser uno de los directores menos prolíficos dentro del núcleo independiente de Hollywood (apenas 3 filmes en quince años), el director norteamericano Jonathan Glazer se ha forjado un nombre y un prestigio sólidos dentro de la industria. Desde sus inicios como director de videoclips para bandas como Radiohead, Massive Attack, Blur, etc., Glazer comenzó a flirtear con la industria fílmica hasta finalmente conseguir el apoyo suficiente para estrenar su celebrada ópera prima, Sexy Beast. El éxito crítico, aunque no monetario del filme, y su carrera como director de campañas publicitarias, le permitieron cuatro años después conseguir a Nicole Kidman para protagonizar la perturbadora Birth, cinta en la que un niño trata de convencer a la protagonista de que es la reencarnación de su fallecido esposo. La polémica y, una vez más, las mínimas ganancias conseguidas por el filme, dieron lugar a que Glazer se alejara del cine para dedicarse durante casi una década a la industria publicitaria. Es tras esa larga pausa que hace su aparición Under the Skin, filme basado en la novela homónima de Michel Faber, en el que bajo una capa de aparente minimalismo guionístico, Glazer esconde su película más ambiciosa tanto a nivel estético como argumental.
Primero que nada es necesario hacer notar que el guión del filme, escrito por el propio Glazer, poco tiene que ver con la novela Under the Skin, de Michael Faber, supuestamente tomada como punto de partida para crear la cinta, debido a que en un virtuoso ejercicio de síntesis, Glazer transforma la historia satírica de Faber, sobre una alienígena cuyo trabajo es abducir personas para enviarlas a su planeta de origen como delicatessens listos para ser devorados, en un relato por demás solemne, donde el hilo conductor extraterrestre no resulta más que una excusa para abordar el conflicto de la no pertenencia, y para elaborar un brillante ensayo sobre el amor moderno y las necesidades afectivas del ser humano.
Scarlett Johansson viaja sin rumbo aparente tras el volante de una camioneta. Por las aceras poco transitadas de algún pueblo perdido de Escocia caminan algunos cuerpos solitarios que pronto son abordados por el personaje de Scarlett. Su acento, una torpe imitación del británico, la delata como extranjera pero los hombres, cegados por el honor de que una mujer hermosa les dirija la palabra, hacen caso omiso de ello. Tras asegurarse de que nadie los espera y de que son personajes eminentemente solitarios, Scarlett se ofrece a llevarlos a su destino. Ni aquellos hombres, ni el espectador, pueden anticipar lo que se avecina.
Glazer olvida por completo el tono satírico de la novela de Faber, e incluso la trama de ésta, al modificar un sinnúmero de partes cruciales que bajo la mano del director norteamericano adquieren nuevas y poderosas significancias dramáticas, entre las que sin lugar a dudas destaca la extraordinaria secuencia final, radicalmente distinta a aquella con la que concluye la novela, mediante la que Glazer cierra de forma insuperable el alucinante viaje estético y sensorial al que somete a su audiencia.
Clase magistral de composición, cortesía del fotógrafo Daniel Landin, Under the Skin no deja ni por un instante de proponer encuadres visualmente maravillosos, desde esa inolvidable secuencia inicial en la que se abunda con gran virtuosismo sobre los paralelismos geométricos del universo y el ojo, con el objetivo de implantar en el espectador la sensación de infinitud dentro de sí mismo, hasta la lyncheana forma en la que la protagonista atrapa a sus víctimas en secuencias prácticamente oníricas, que estéticamente se valen de intensos contrastes de luz y oscuridad para delinear el contorno de sus personajes, elaborando un estudio memorable del cuerpo humano en la pantalla. Nunca antes la belleza de Scarlett Johansson se vio tan desprovista de ese halo de falsedad al que nos han acostumbrado los postprocesos de corrección de imagen, mostrándose como lo que es: una hermosa mujer imperfecta y real.
Es precisamente Johansson la que lleva el peso del filme sobre sus hombros, dando en todo momento pruebas de sus grandes posibilidades como actriz, al recorrer una escala emocional bastante amplia conforme el personaje comienza a involucrarse emocionalmente con los humanos que encuentra, desatándose dicho involucramiento a partir de la aparición en escena del extraordinario Adam Pearson, actor facialmente deformado por una enfermedad llamada neurofibromatosis, cuyo diálogo con Johansson constituye uno de los puntos climáticos del filme.
Es la banda sonora compuesta por la joven Mica Levi, mejor conocida en el mundo de la música experimental como Micachu, el broche de oro de esta obra de profundos retos intelectuales para el espectador, que se debate a lo largo de las múltiples capas de su metraje entre los hipnóticos loops melódicos de Micachu y su guitarra modificada.
Under the Skin es por mucho la obra cumbre en la filmografía de Jonathan Glazer, un viaje atrevido e irrestricto que no exhibe concesión alguna para el espectador y que lo arrastra, por momentos con violencia y por momentos de forma gozosa, a un mundo cuyo análisis queda oculto entre incógnitas que jamás se resuelven y momentos de profunda belleza. Glazer, por favor, no tardes tanto en filmar la siguiente película.