Harmony Korine es un director al que todavía no logro descifrar y que de alguna u otra forma siempre me intriga lo suficiente como para acercarme a ver cada una de sus incursiones fílmicas. Muchas personalidades se esconden en la psique de Korine, un hombre que, si se juzga por la gran mayoría de sus apariciones públicas, podría decirse que sufre de retraso mental o de una especie de autismo relativamente benévolo, sin embargo, la personalidad de este enfant terrible que en 1995 firmó el guión de la imperecedera cinta de Larry Clark, Kids, se muestra completamente distinta en sus filmes, haciéndolo pasar de un simple retraído a un maniático explorador de la provocación y de las complejas interrelaciones entre hombre y sociedad.
Trash Humpers es un proyecto que se coloca inmediatamente como antagonista de Mister Lonely, el preciosista último filme de Korine, para identificarse más con la estética y el nihilismo de Gummo y Julien Donkey Boy, sus dos primeros largometrajes.
El proyecto, según Korine, surge de un juego que tenían él y su hermana, en el que salían de noche por la ciudad a destruir cosas, defecar en la entrada de alguna casa o simplemente causar pánico entre los transeúntes, utilizando siempre máscaras para ocultar sus rostros. La actividad era documentada fotográficamente por Korine, quien después de varias sesiones con excelentes resultados estéticos, decidió construir una línea argumental que permitiera convertir las fotografías en secuencias fílmicas para el goce o el horror del espectador.
El concepto inicial de Trash Humpers era que Korine, al concluir la filmación, colocaría varios ejemplares del filme en buzones al azar, incluyendo algunas estaciones de policía, para que aquellos que tuvieran la mala suerte de encontrar la perturbadora grabación se convirtieran en protagonistas de una especie de performance vérité del que nadie, mas que el propio Korine, estaría enterado, pero cuyo efecto ni siquiera él podría disfrutar. La original idea finalmente no se llevó a cabo, pero la filmación permaneció completamente fiel a los grotescos preceptos que la habían motivado, dando como resultado la película más bizarra que haya firmado el director californiano.
La cinta, que no tiene un desarrollo narrativo como tal, presenta un compendio de viñetas protagonizadas por cuatro personajes con cuerpos jóvenes y caras de anciano que vagan sin rumbo por las calles de Nashville, interactuando esporádicamente con algunos de los decadentes habitantes de la ciudad, pero principalmente dedicándose a destruir y follar todo lo que se encuentran por el camino, inmersos en un frenesí infantil con macabros tintes psicópatas.
La grabación, que supuestamente está hecha por uno de los cuatro espectros que sobrevuelan una ciudad ahogada en el sinsentido de los tiempos modernos, visualmente simula el efecto de un casete VHS que ha sido usado ya varias veces y en el que la calidad lo-fi de la imagen se convierte en un elemento que incrementa el efecto realista y perturbador de las secuencias.
Como en todos los filmes de Korine, una evidente moraleja sobrevuela todo el caos sexual, decadente y asesino de Trash Humpers, moraleja que más bien se convierte en una justificación para el comportamiento de estos seres, que ante los ojos del espectador encarnarán la esencia de la repugnancia, pero que según Korine tienen más sentido común que el autoproclamado ciudadano modelo y más importante aún, saben cómo divertirse.
Trash Humpers está muy lejos de ser una gran película, pero es un experimento digno de analizar y constituye el regreso de Korine a lo que mejor sabe hacer. Whatever that is.