La comedia y el horror, géneros cinematográficos que resultan en los dos extremos del espectro emocional que puede sentirse en una sala de cine, comparten la desgracia de verse cada vez más trivializados y menospreciados gracias a la desaforada sobreexplotación que de ellos se ha hecho en la cinematografía contemporánea.
Indiscutible protagonista del nuevo movimiento cómico norteamericano que estalló con la extraordinaria Superbad, Seth Rogen reúne a un elenco compuesto por sus amigos más entrañables, bajo la premisa de que cada quién deberá interpretarse a sí mismo en una fiesta organizada en la casa del polémico actor James Franco, con el único problema de que, durante dicha fiesta, se desatará sin previo aviso el día del Juicio Final.
Parodiándose a sí mismos, actores emblemáticos como Michael Cera, Emma Watson o Channing Tatum, se unen al brillante elenco protagónico compuesto por James Franco, Seth Rogen, Jonah Hill, Jay Baruchel, Danny McBride y Craig Robinson, quienes durante casi dos horas de metraje lucharán para sobrevivir al infierno que se ha desatado en la tierra, y para ganar un lugar en el cielo antes de que la humanidad sea completamente erradicada por lenguas de fuego y demonios voladores.
Alejándose lo más posible de cualquier tipo de convencionalismo y transmitiendo una sensación de absoluta libertad creativa durante todo el filme, el guión escrito por Rogen y Goldberg es una gloriosa mezcla de géneros que, al momento de la filmación, dan pie a explorar de igual forma una gran cantidad de estilos narrativos, convirtiéndose el montaje final en una experiencia completamente demencial, que sin embargo consigue ser coherente de principio a fin con la declaración de intenciones de la película.
Comedia, horror y gore, se mezclan desde un montaje minimalista y por momentos casi teatral, que juega con formatos como el found footage o el cine documental, para posteriormente mutar en una desaforada cinta de acción que homenajea cuanta referencia fílmica o cultural se le ocurre a Rogen, en una experiencia totalmente irrestricta que jamás disminuye la efectividad de su humor.
Constante crescendo hilarante, This Is the End es uno de los espectáculos cómicos más sobresalientes de los últimos años. Un filme que a pesar de haber batallado intensamente con su distribución internacional ha comenzado ya a recomendarse de boca en boca, siguiendo el camino de cintas como Zoolander, que en su momento pasaron sin pena ni gloria en la taquilla, pero que años después se convirtieron en auténticos clásicos de la comedia contemporánea. Independientemente de si dicho fenómeno se dispara, This Is the End constituye un inicio inmejorable para la dupla Rogen-Goldberg, cuyo ingenio y habilidad tal vez sea la medicina idónea para revivir al agonizante género de la comedia estadounidense.