The Trial (1962)

Después del estreno de la aclamada Touch of Evil en 1958, Orson Welles, iracundo por la forma en la que Universal Studios había reeditado la película sin su consentimiento, decidió regresar a Europa para filmar su megalómana y nunca terminada versión del Don Quijote, de Miguel de Cervantes. Producida enteramente con capital propio, el Don Quijote de Welles requería de cantidades considerables de dinero, por lo que el célebre director, con tal de mantener control total sobre el producto final, emprendió una campaña recaudatoria de dinero, aceptando cuanto papel de actuación o doblaje se le pusiera en frente.

Sin embargo, la primera de muchas pausas para el proyecto del Quijote llegó cuando, en 1960, el productor Alexander Salkind contactó a Welles con la promesa de financiar la adaptación fílmica de cualquier novela célebre que él escogiera, prometiéndole control total sobre el final cut de la película. El resultado, después de 6 meses de adaptación guionística por parte de Welles y de varios conflictos monetarios que impidieron la creación de diversos sets de filmación, fue The Trial, adaptación de la célebre novela inconclusa y homónima de Franz Kafka.
Desde el inicio de la cinta, que abre con la voz de Welles narrando una impactante historia alegórica de la justicia, contenida en la novela de Kafka e ilustrada mediante alfileres por el artista Alexandre Alexeieff, la experiencia visual del filme absorbe por completo la mente del espectador, preparándolo para una experiencia profundamente atípica, aún para esa venerada modernidad que se jacta constantemente de ya haberlo visto todo. It’s been said that the logic of this story is the logic of a dream… or a nightmare, recita Welles al inicio del filme, y vaya que tiene razón.
A lo largo del metraje, Welles reorganiza el orden que Max Brod, íntimo amigo de Kafka, dio a los 10 capítulos que constituyen The Trial tras la muerte del escritor, quedando la secuencia narrativa capitular como sigue: 1, 4, 2, 5, 6, 3, 8, 7, 9, 10. Sin embargo, el respeto y la veneración de Welles por el texto original se transmiten en un obsesivo apego a la atmósfera opresiva de la novela y al desarrollo psíquico del personaje principal, atreviéndose a modificar el texto únicamente en detalles que buscaban darle un mayor sentido de modernidad, como la inclusión de referencias a la tecnología computacional que, a pesar de estar aún en pañales a principios de los sesenta, ya permitía atisbar la futura alienación del ser humano como ente tecnológico.
The Trial relata el demencial proceso judicial que sufre Josef K., un hombre común y corriente que un buen día es imputado y llevado ante la justicia por cargos que nadie parece conocer. El sentido de desesperación, de impotencia, y la brillante crítica a la burocracia del sistema judicial hecha por Kafka, se ven magnificados por la extraordinaria actuación de Anthony Perkins, quien dos años después de haber saltado a la fama por su papel en Psycho, esgrime en The Trial su último papel verdaderamente memorable.

Desde su publicación, el demencial argumento de The Trial se convirtió en uno de los exponentes más clásicos del surrealismo literario de Kafka, un trabajo que desnuda la voracidad de ese sistema occidental, no sólo de impartición de justicia sino incluso de interacción social, que se deleita en la generación de un intolerable sentimiento de culpa en el inconsciente del ciudadano promedio. Sistema al que, por desgracia, ya estamos completamente acoplados en la actualidad.

Dejando de lado el guión, el proceso compositivo de Welles, además de titánico, es uno de los trabajos más innovadores que el cineasta realizó a lo largo de su nada modesta filmografía. Obsesionado por representar lo mejor posible esa atmósfera de ilógica pesadilla anclada en los elementos más lógicos de la realidad, Welles juega en todo momento con ángulos de cámara atípicos y gigantescos sets que crean ilusiones visuales memorables e indelebles para cualquier espectador. No hace falta más que ver la escena del estudio de Josef K., donde, para crear una sensación de perspectiva infinita, Welles juntó a 850 mecanógrafos con sus respectivas máquinas, o el espectacular travelling de la secuencia de la mujer y el baúl, o finalmente la audiencia del protagonista en un caótico juzgado atestado de gente, donde la sensación de paranoia y claustrofobia alcanza un clímax abrumador.

A pesar de fracasar en taquilla al momento de su estreno, The Trial es sin lugar a dudas uno de los grandes pilares de la obra fílmica de Orson Welles. Prueba de las capacidades de experimentación de uno de los genios más grandes que ha tenido el cine a lo largo de su historia, y una brillante recapitulación de una de las novelas más perturbadoras que ha dado la literatura moderna.

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