The Tree of Life (2011)

Ya había olvidado cuanto odio leer críticas de cine. Normalmente tengo el buen juicio para únicamente escuchar a dos o tres críticos de confianza con los que comparto gustos y que me ayudan a decidir a qué filmes debo prestar atención, sin embargo, con motivo del estreno de The Tree of Life, quinta cinta del tan venerado como denostado Terrence Malick, y dado el nivel de polarización que generó en los espectadores, decidí sumergirme en el grotesco mundo de los críticos blogueros de cine, grupo del que penosamente formo parte y que cada día repudio más.

En mi dolorosa investigación descubrí que hay dos grupos principales de críticos que escriben sobre la nueva cinta de Malick, los amantes y los asesinos, grupos que a pesar de esgrimir ideas totalmente contrapuestas se ganaron mi aversión por igual, al bombardearme con una cantidad ingente de adjetivos que describían al “mejor director de la historia” (a la mierda Eisenstein, Tarkovsky, Fellini, etc.) o que intentaban humillar a la “película más lenta y mala de la historia”, comparando a Malick con un moderno “Ed Wood intelectualoide” y al filme con un “documental de Discovery Channel”. El horror.

Finalmente, después de retrasar mi visita al cine por el hastío que me generó la sobredosis de sandeces leídas, decidí enfrentarme a la película que después de seis años de reclusión nos devolvía a un director que, a pesar de su breve filmografía, se ha convertido en uno de los creadores que más expectativas generan dentro del mundo del cine. Situación que me obligó a escribir mis propias sandeces.

The Tree of Life es la cinta más ambiciosa de Terrence Malick, lo que considerando sus previas incursiones fílmicas no es poca cosa, y que resulta en una experiencia cinemática extremadamente innovadora y difícilmente comparable con los productos del cine contemporáneo clásico.

Durante más de dos horas el espectador se enfrenta a una tarea difícil, a un examen de conciencia en el que Malick plantea un sinfín de preguntas trascendentales, motivadas por la muerte de uno de los hijos de una familia clasemediera norteamericana. Es esta situación límite la que genera un replanteamiento de la fe de todos los integrantes del núcleo familiar, que comienzan a cuestionar la bondad de un Dios que arroja desgracias sobre los más débiles y que “planta moscas en las heridas que debería sanar”.

Es entonces cuando Malick comienza literalmente a desbordarse y con una autoconfianza insultante se introduce en territorios filosóficos a los que prácticamente nadie se había enfrentado, retratando con la mano en la cintura el origen del universo en una secuencia visual y auditivamente gloriosa, e incluso el aspecto físico de un Dios lumínico y amorfo que escuchará impávido los cuestionamientos de sus creaciones.

El guión, que resulta parco en cantidad de diálogos, es sin embargo extremadamente complejo, siendo ese nivel de complejidad y amplitud conceptual el que poco a poco acorrala a Malick en su propio juego, hasta superar completamente la capacidad de resolución del director, que cuando se ve obligado a dar respuestas al brillante camino filosófico planteado fracasa rotundamente.

El camino de profunda reflexión y los conceptos escrutados en las intensas dos horas iniciales del filme, que sin duda compensan los risibles quince minutos finales, basan su narrativa en las actuaciones de Brad Pitt, Jessica Chastain, un fantasmagórico Sean Penn y el asombroso elenco infantil, que mediante improvisación y talento interpretativo son capaces de generar un nivel de naturalidad e intensidad pocas veces visto en la gran pantalla.

Ni qué decir de la banda sonora que Alexander Desplat, en la faceta más épica que le he escuchado, compone para aderezar las imágenes que el (ese sí) genial Emmanuel Lubezki idea con una maestría absoluta, permitiéndose composiciones complejísimas de gran belleza que lo ratifican como uno de los mejores fotógrafos de cine del mundo.

The Tree of Life es una cinta complicada, cuya grandilocuencia y ambición han empujado ligeramente las fronteras de los alcances temáticos y visuales cinematográficos, pero que precisamente por esto ha alienado a una cantidad importante de espectadores que, desconcertados ante el inesperado espectáculo, no han dudado en abandonar las salas que proyectan a la ganadora de la Palme d’Or. Me parece que el tiempo colocará a The Tree of Life como un filme importante en la historia del cine. O tal vez esté rotundamente equivocado.

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