The Selfish Giant (2013)

Para que una película funcione como una experiencia desoladora no es necesario imaginar una trama repleta de desgracias o llenar el metraje con llantos desgarradores, muchas veces la discreción y el correcto manejo del equilibrio narrativo pueden resultar en experiencias muchísimo más sobrecogedoras que el drama desaforado. Prueba de ello es The Selfish Giant, primer largometraje de ficción de la documentalista británica Clio Barnard, que funciona como una clase magistral sobre las posibilidades devastadoras de un melodrama correctamente construído.

Inspirado por el cuento homónimo de Oscar Wilde, The Selfish Giant narra la historia de dos adolescentes oriundos de Bradford, una ciudad industrial ubicada al norte de Inglaterra. En las márgenes de la metrópolis, habitada por el estereotipo del hooligan, del desempleado y del perdedor, se yerguen enormes y silenciosos los silos de una central nuclear. Los dos chicos, víctimas de los estragos que un estilo de vida plagado de adicciones ha causado en sus familias, pasan los días provocando problemas en la escuela y buscando chatarra en sus ratos libres con el fin de conseguir algo de dinero.

Tras robar un carrete de cable eléctrico y vender el cobre a un chatarrero de la localidad, los jóvenes protagonistas deciden aprovechar los días de suspensión ganados a pulso en la escuela para dedicarse, de tiempo completo, a robar cable y a la búsqueda del anhelo más recurrente del hombre moderno: el dinero fácil.

Es a partir de la relación de los dos jóvenes con el chatarrero local, eventualmente causa de sus primeros escarceos con el crimen y las apuestas ilegales, que la directora Clio Barnard construye una tragedia desgarradora, inicialmente presentada como un relato entrañable e incluso por momentos cómico, que gradualmente se decanta por los caminos de una desgracia que, aunque llega de forma inesperada y como un salvaje puñetazo a la psique del espectador, no deja de presentirse en la cuidadísima atmósfera de desesperanza que se respira en cada cuadro del metraje.

De primer nivel resultan las actuaciones de los jóvenes protagonistas del filme, debutantes que en las manos de Barnard muestran un rango histriónico impactante, ya sea desde las trincheras del naturalismo lúdico de la niñez o desde la desgracia adulta que envejece y demacra sus facciones infantiles.

Composiciones sobrias que en todo momento sirven a la historia, pero que se permiten eventualmente crear secuencias visualmente hermosas, son la prueba del talento del fotógrafo Mike Eley, culpable de la casi fantasmagórica atmósfera que impregna la cinta, y que transmite ese sentimiento de insignificancia vital que se tiene al ver la vida ocurrir entre la densa bruma inglesa, o bajo la sombra de las gigantescas chimeneas nucleares.

Sobresaliente inicio de Clio Barnard como directora de ficción, The Selfish Giant es una obra que a pesar de su potencia y su desgarradora trama, se construye gradualmente a través de una notable delicadeza, la cual convierte al producto final en una hermosa caja de cristal en cuyo interior habita un asqueroso e implacable alacrán.

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