Uno de mis recuerdos cinéfilos más antiguos se remonta a cuando, con 12 años, mi padre me introdujo de contrabando en la Cineteca Nacional, para ver una proyección del mítico segundo filme de Alejandro Jodorowsky, El Topo. Ese fue el día en que tuve mi primer contacto con el cine “de autor” y con el que se convertiría en uno de mis directores favoritos. Años después y gracias al “Tianguis del Chopo”, que fue mi contacto para encontrar joyas extrañas de la cinematografía en la época previa al Internet, conseguí una cinta VHS con La Montaña Sagrada, filme que me convertiría en fan absoluto de su autor.
Esta fantástica película es la cúspide narrativa y visual del cine de Jodorowsky, que después de haber pasado por la realización genialmente minimalista de Fando y Lis y por el éxito (impulsado por John Lennon) del western metafísico El Topo, decidió realizar una megaproducción que estaría destinada a ser uno de los filmes de culto por excelencia alrededor del mundo.
La montaña sagrada es el relato del viaje espiritual que tiene un grupo de ocho personajes, representantes cada uno de los vicios de un planeta distinto del sistema solar, que van en busca de una montaña en donde viven los nueve inmortales que custodian el secreto de la inmortalidad.
El heterogéneo grupo compuesto por un manufacturador de partes corporales perfectas, un ladrón, un fascista jefe de policía, un fabricante de armas, un dealer de arte millonario, un creador de juguetes bélicos, un economista y un arquitecto, son guiados por Alejandro Jodorowsky en su papel de maestro, que los orientará para llegar al final del tortuoso camino.
El personaje que funge como protagonista relativo de la cinta es el ladrón, papel que iba a ser interpretado por George Harrison, pero que finalmente declinó por pudor, al no querer cambiar Jodorowsky una escena en la que el Maestro tenía que lavar su ano frente a las cámaras. El papel finalmente recayó en Hector Salinas, un actor desconocido que hace una interpretación formidable.
Contado en dos párrafos, el argumento puede sonar inverosímil o incluso chusco, sin embargo La Montaña Sagrada es una maravillosa obra de arte, que ahonda en la inherente inquietud humana por encontrar un sentido a la vida y a todos sus incomprensibles misterios.
Jodorowsky resume de forma fantástica su visión del mundo a través de los nueve arquetipos viajeros y construye un espectáculo visual impresionante, con imágenes clásicas como la procesión de la policía con los cabritos crucificados, el baile de los militares con los estudiantes conmemorando la masacre del 68 o la fabulosa escena inicial con el maestro rapando a las dos discípulas desnudas.
Hablada en inglés por su afán de exhibirse internacionalmente, La Montaña Sagrada es una extraordinaria película, en la que Jodorowsky vuelca toda su capacidad creativa para generar una obra absolutamente indispensable, que no dejará a nadie indiferente y que por si fuera poco, tiene la secuencia final más maravillosa que haya visto en mi corta vida.