The Girl with the Dragon Tattoo (2011)

Una historia puede contarse de mil maneras, y la habilidad para relatar o plasmar un hecho mediante el lenguaje o la imagen no es algo trivial, sino una de las cualidades más complejas que posee el ser humano, quien a lo largo de su evolución biológica ha sido capaz de desarrollar el maravilloso poder de la abstracción y la reinterpretación.

Es precisamente ése el meollo del asunto cuando se analiza la necesidad o necedad de tomar un filme estrenado apenas dos años antes (Män som hatar kvinnor), elaborado por un joven director danés con grandes aspiraciones, para reinterpretarlo con la monstruosa maquinaria de una industria voraz, orientada a construir un producto enteramente comercial con uno de los directores más venerados del momento.

Enojo es la primera reacción que me invade cuando escucho que algo así va a ocurrir, sin embargo ese enojo es provocado meramente por la falsa noción de plagio a la cinta original y al espíritu relativamente independiente que la construyó, en definitiva, un enojo estúpido.

Fincher se apropia completamente de la historia que el desafortunado Stieg Larsson construyó con su mente de filigrana antes de perecer ante las casualidades del destino, llevando el relato a una nueva dimensión que nunca llega a materializarse en el filme danés.

La esencia de la obra que ha vendido millones de páginas alrededor del mundo se mantiene intacta, y en las casi tres horas de metraje se imprima la pantalla con la perturbadora historia de Mikael Blomkvist, un reportero involucrado en la investigación del crimen cometido contra una joven hace más de cuatro décadas en una remota localidad sueca, la cual había sido fundada por una familia comulgante con las políticas y la filosofía del nacionalsocialismo alemán.

Es este misterio el que da pie para que haga su aparición uno de los personajes más atractivos que ha generado la cultura popular contemporánea, una mujer de nombre Lisbeth (bautizada por su creador en honor a una chica víctima de una violación múltiple que el propio Larsson no pudo salvar durante su juventud), poseedora de un asombroso intelecto, pero al mismo tiempo violenta y socialmente inadaptada, que vive en el anonimato y cuya única pasión es el espionaje cibernético.

Fincher se toma su tiempo en desdoblar las múltiples capas que componen la compleja historia del filme y, a diferencia de la cinta sueca que se basaba completamente en el talento histriónico de Noomi Rapace, el experimentado cineasta dibuja con pausadas pinceladas a todos y cada uno de los personajes que dan vida al misterio.

Para desgracia de Niels Arden Oplev, el director de la incursión sueca, se vuelve absolutamente imposible competir contra la desorbitada maquinaria de talentos escondida detrás de este remake, comenzando desde  la brillante banda sonora con la que Trent Reznor y Atticus Ross aderezan la cuidada fotografía de Jeff Cronenweth, compañero inseparable de Fincher, hasta la estupenda actuación de Rooney Mara quien, de forma completamente inesperada, se adueña del papel de Lisbeth superando a Noomi Rapace.

Mi limitado manejo de las emociones me predispone siempre de forma negativa ante los remakes, sin embargo The Girl with the Dragon Tattoo es de los pocos casos en los que me es imposible negar el valor superior de la reinterpretación hollywoodense, mediante la que Fincher nos regala uno de los filmes más oscuros y al mismo tiempo más sexys del año, asumiendo la posición de rey Midas de la industria cinematográfica contemporánea.

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