“Infancia es destino”. El viejo adagio surge incansable a lo largo de nuestra vida para hacernos entender que todo lo que somos es consecuencia de una serie de momentos fundacionales. Instantes que a través del azar vital moldearon la forma de entender nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro entorno, en una etapa de turbulencia emocional e indefensión total que hoy recordamos con el tierno nombre de infancia.
Ubicado en una favela de primer mundo –esas que en Estados Unidos llaman projects– el filme recoge la cotidianidad de la comunidad que come, duerme, hace negocios y en general vive dentro de las pequeñas habitaciones que a manera de hotel conforman la vecindad de Magic Castle: un project prácticamente vecino del parque Disneyland en Florida, cuyo administrador es el siempre extraordinario Willem Dafoe.
Dentro de los múltiples problemas que Dafoe enfrenta día a día (prostitución, drogadicción y mujeres mayores que quieren asolearse enseñando las tetas en la piscina), uno de los más desgastantes y al mismo tiempo entrañables es su trato con Halley, una joven nacida para perder, que vive junto a Moonee, su única hija de apenas seis años de edad. Vinculado afectivamente a la pareja femenina, el personaje de Dafoe se vuelve un espectador más del melodrama vital de esos cuerpos olvidados por el progreso capitalista, que viven sólo para no morir, y cuya mayor deidad es el instante.
Baker, en su papel de cronista de las ruinas del sueño americano, construye un relato que balancea con virtuosismo el melodrama, la comedia, y la delicadeza dramática del inevitable encuentro entre la visión infantil de un mundo idealizado y el instante en que ese mundo despliega por primera vez todos sus horrores. Todo ello de la mano de un elenco practicamente amateur capaz de entregar actuaciones de primerísimo nivel –véase la secuencia final de la cinta, comandada por la extraordinaria Brooklynn Prince, o los incontables momentos de incomodidad y belleza que regala Bria Vinaite en su papel de mamá leona.
Filmada en 35mm con la propositiva lente del mexicano Alexis Zabe (colaborador habitual de Carlos Reygadas y Fernando Eimbcke) con excepción de una memorable secuencia grabada guerrilla style con un iPhone 6s en el interior de Disneyland, The Florida Project es una de las películas más entrañables y devastadoras que se han filmado sobre la infancia. Un viaje al basurero del sueño americano, que nos horroriza por su irresoluble tragedia, pero al mismo tiempo nos maravilla al descubrirnos que, aún ahí, entre las ruinas de una civilización ausente, yace agazapada pero omnipresente la belleza.