La esperanza es uno de los grandes motores del ser humano y la última línea de defensa en esa eterna batalla que día tras día libramos contra la realidad. Por más renegrido que se vea el presente, los humanos estamos seguros de que hay un futuro posible, una salida viable, y que todo será, en unos días, en unos meses, o en unos años, mejor de lo que es ahora. Es a partir de esa eterna fantasía de lo futuro que se construye el sistema socioeconómico contemporáneo: un sistema que vive de nuestros sueños y aspiraciones, ya que de no haber futuro, o de no haber el más mínimo atisbo de esperanza, ¿para qué ahorrar? ¿para qué gastar? ¿para qué respetar las normas? ¿para qué aspirar a cualquier cosa que no sea la inevitable destrucción de nuestras vidas?
Son James Murray y Eleanor Boardman, en su papel de típico matrimonio norteamericano, los dos pilares histriónicos sobre los que se construye esta oda al vacío existencial moderno, que por si fuera poco es también un estupendo ensayo sobre las relaciones de pareja y el juego de poder sobre el que se erigen.
The Crowd consigue representar como pocas películas la imposibilidad del éxito en el mundo capitalista contemporáneo, y el determinante papel que el azar juega en el devenir de nuestros acontecimientos vitales. Para Vidor la vida es un monstruo violento capaz de devorarlo todo menos el amor, ese amor que cuando todo se ha perdido funciona como el último reducto de la esperanza; ese amor que dentro de su infinito patetismo es capaz de seguir adelante a pesar de encontrarse al borde del abismo, porque a final de cuentas somos humanos, y tal vez lo único que sabemos hacer mejor que nadie es eso: seguir adelante.