Vayan tomando nota de las piezas que conforman este maravilloso rompecabezas: The Big Sleep es una adaptación de la novela homónima del célebre escritor de novelas policíacas Raymond Chandler. ¿El guionista del filme? Ni más ni menos que William Faulkner, el escritor ganador del Nobel de literatura en 1950, y autor de la que tal vez sea la mítica “the great american novel“, The Sound And The Fury. Pero sigamos. La ejecución del guión corre a cargo de Howard Hawks, quien para ese entonces había ya firmado las extraordinarias Bringing Up Baby, His Girl Friday, y la mejor versión de Scarface jamás filmada (con perdón de De Palma y Pacino). ¿La banda sonora? Cortesía de Max Steiner, el hombre que musicalizó dos peliculillas que tal vez hayan escuchado: Casablanca y Gone With the Wind. Y finalmente un elenco comandado por Humphrey Bogart y Lauren Bacall, que habían trabajado ya con Hawks protagonizando To Have and Have Not (adaptación de una novela de Hemingway con guión de Faulkner), y que justo acababan de casarse cuando empezó la filmación. Filmes con este tipo de credenciales se cuentan con la palma de una mano.
El resultado es absolutamente demencial: un thriller en el que las distracciones no están permitidas y cuya trama gira en torno a las aventuras de Philip Marlowe: detective contratado por un anciano general para averiguar la identidad del extorsionador que amenaza con hacer públicos los deslices de su problemática hija. El trivial prólogo desencadenará una andanada de intrigas, engaños y muerte, que se narra mediante los brillantes diálogos de metralleta de Faulkner, cargados en todo momento de un finísimo humor negro, y catalizadores de una serie de retruécanos argumentales equiparables a los que se encuentran en los más irrestrictos thrillers coreanos del siglo XXI.
Bogart, pilar central del filme, se yergue no sólo como uno de los grandes monumentos arquetípicos del protagonista noir estadounidense, sino como una de las personalidades masculinas más seductoras que se han proyectado jamás en una pantalla. Lo interesante del asunto es que el “galán” delineado por Chandler y Faulkner no lo es tanto por su aspecto físico (en su primer encuentro con una mujer dentro del filme recibe un humillante “You’re not very tall, are you?”) sino por su inteligencia encantadora (ante el comentario de que no es lo suficientemente alto responde: “Well… I try to be“).
En la otra esquina del duelo histriónico, frente al detective extraordinaire, tenemos a Lauren Bacall, una de las caras más hermosas del cine noir norteamericano, y maravillosa femme fatale (en este caso más bien hermana de la femme fatale), que participa con arrojo en la peligrosa investigación, y cuya química romántica y sexual con el que en ese momento era el hombre que acababa de desposar literalmente se sale de la pantalla.
Howard Hawks alguna vez declaró que “el secreto para hacer una buena película eran tres secuencias memorables y ninguna mala”. En The Big Sleep la regla se queda corta, y las secuencias memorables ocurren una tras otra en una sucesión de eventos tintos en esa atmósfera irredenta del mejor cine noir, en donde las victorias de los héroes son más bien pírricas, y todo queda al final sumergido en el devastador halo de melancolía de un grupo de personajes que se descubren aún más devastados que al inicio de sus aventuras.
You’ve forgotten one thing… me. Le dice Bacall a Bogart con esa mirada fría que es al mismo tiempo emisaria de una sexualidad irresistible. “What’s wrong with you?“, le responde Bogart, para luego escuchar de esos labios negros que imaginamos pintados con el más fulgurante carmín: “Nothing you can’t fix“. Una secuencia así hoy sería infilmable. Adjetivos como “machista” o “denigrante” poblarían los textos de la crítica especializada. En lo que a mí respecta, escucho a esos dos humanos rotos que se buscan en la oscuridad y sólo puedo pensar: qué hermoso, carajo.