The Babadook (2014)

“I’ve never seen a more terrifying film than ‘The Babadook'”
-William Friedkin

¿Qué se necesita para aterrar? Resulta evidente que una buena parte de la capacidad de un filme para lograr ese cometido tan vil, depende mayoritariamente de la habilidad del guion para conectar de lleno, o cuando menos estimular, los temores más primarios del espectador. El miedo a la muerte, a la violencia, y a la vulnerabilidad, son algunos de los horrores recurrentes en la cada vez más desgastada ecuación del filme de terror contemporáneo, que año tras año mezcla de forma azarosa casas embrujadas, posesiones demoníacas, psicópatas y demás clichés hasta el hartazgo.

Sin embargo hay temas que continúan guardados en los baúles del tabú, temas que pocos creadores fílmicos se atreven a desenterrar por temor a alienar a una buena parte de la audiencia, ya que, a pesar de todo, el cine de horror no deja de ser un cine mayoritariamente asociado al entretenimiento fácil, de donde se deriva la noción de que la incomodidad que este tipo de películas genera no debe rebasar la máxima tolerancia del espectador promedio. En definitiva: la mayoría de las personas que pagan por ver un filme de terror buscan pasárselo mal, pero no tan mal.
La actriz australiana Jennifer Kent decidió inaugurar su faceta como directora cinematográfica con una historia construída en torno a un gran tabú tácito del cine de horror: el odio de una madre hacia su hijo. En incontables ocasiones hemos visto la representación del mal asociada a la niñez, concepto que basa su eficacia en la perturbadora visión de un cuerpo frágil e inocente que alberga en su interior una desorbitada maldad, sin embargo la situación inversa, representada por el adulto que de forma consciente decide herir o violentar a un niño indefenso se ha convertido en un tabú inaceptable dentro de los estándares culturales modernos. No por nada son verdaderamente escasos los filmes de horror que abordan temas como la violencia infantil o la pedofilia (véase la repudiada A Serbian Film).

Es por lo anterior que el trabajo de Kent en The Babadook es absolutamente memorable, ya que se apropia de un tema bastante agresivo para el espectador promedio y lo presenta de forma brillante, valiéndose de una sutileza que parte de la típica historia del demonio bajo la cama, para posteriormente levantar ese velo y descubrir a un monstruo absolutamente aterrador, que no es mas que el odio de una madre hacia su hijo; el odio de una madre hacia su condición de madre.

Intensísima resulta la actuación de Essie Davis, compañera de Jennifer Kent durante sus años de estudiante en Australia, quien debe luchar contra una terrible fuerza demoníaca que comienza a apoderarse gradualmente de su vida, con tal de proteger a su hijo: un desesperante niño problema capaz de sacar a cualquier ser humano normal de sus casillas.

Con una espeluznante edición sonora, y filmada al más puro estilo del horror psicológico que Polanski perfeccionó en la década de los sesenta, The Babadook es un filme sobresaliente, que supera sus limitaciones presupuestales (apenas dos millones de dólares) con gran ingenio, y que se atreve a ir más allá de la simple maldición demoníaca, para sumergirse de lleno en el horror más estremecedor de todos, ese que sabemos habita dentro de nosotros, ese que está irremediablemente asociado a nuestra humanidad.

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