-William Friedkin
¿Qué se necesita para aterrar? Resulta evidente que una buena parte de la capacidad de un filme para lograr ese cometido tan vil, depende mayoritariamente de la habilidad del guion para conectar de lleno, o cuando menos estimular, los temores más primarios del espectador. El miedo a la muerte, a la violencia, y a la vulnerabilidad, son algunos de los horrores recurrentes en la cada vez más desgastada ecuación del filme de terror contemporáneo, que año tras año mezcla de forma azarosa casas embrujadas, posesiones demoníacas, psicópatas y demás clichés hasta el hartazgo.
Es por lo anterior que el trabajo de Kent en The Babadook es absolutamente memorable, ya que se apropia de un tema bastante agresivo para el espectador promedio y lo presenta de forma brillante, valiéndose de una sutileza que parte de la típica historia del demonio bajo la cama, para posteriormente levantar ese velo y descubrir a un monstruo absolutamente aterrador, que no es mas que el odio de una madre hacia su hijo; el odio de una madre hacia su condición de madre.
Intensísima resulta la actuación de Essie Davis, compañera de Jennifer Kent durante sus años de estudiante en Australia, quien debe luchar contra una terrible fuerza demoníaca que comienza a apoderarse gradualmente de su vida, con tal de proteger a su hijo: un desesperante niño problema capaz de sacar a cualquier ser humano normal de sus casillas.
Con una espeluznante edición sonora, y filmada al más puro estilo del horror psicológico que Polanski perfeccionó en la década de los sesenta, The Babadook es un filme sobresaliente, que supera sus limitaciones presupuestales (apenas dos millones de dólares) con gran ingenio, y que se atreve a ir más allá de la simple maldición demoníaca, para sumergirse de lleno en el horror más estremecedor de todos, ese que sabemos habita dentro de nosotros, ese que está irremediablemente asociado a nuestra humanidad.