La relación entre obra de arte y contexto histórico siempre ha sido conflictiva. Conocer la situación sociopolítica en la que una obra se construye o la historia del artista que la conceptualiza, influye de forma inevitable en la apreciación final que el espectador hará de lo que ve en el lienzo, en la galería o en la pantalla.
Partidario incansable de la apreciación pura de la obra de arte como paso previo a la documentación del contexto histórico que la envuelve, decidí aprovechar mi completa ignorancia sobre la obra de Glauber Rocha, con excepción de algunos elogios aislados, para sumergirme en el tremendo goce que me provoca atacar un filme sabiendo absolutamente nada de él.
Curiosamente Terra em Transe, película que escogí por azares del destino para iniciarme en la obra de Rocha, es una obra de arte cuya apreciación depende absolutamente del contexto histórico en el que fue creada. Un relato filmado a través de los enloquecidos ojos de un periodista y poeta, conectado con las más altas esferas políticas de un lugar ficticio denominado El dorado, que como la mítica ciudad dorada que motivaba los esfuerzos colonizadores europeos, es el objeto del deseo de dos grupos políticos latinoamericanos, que jamás se han alejado de ese espíritu colonizador milenario, vigente aún en los días de presunta modernidad que vivimos.
La figura del poeta, interpretada magistralmente por Jardel Filho, quien en su indescriptible potencia recuerda en más de una ocasión al Klaus Kinski que dio vida a Aguirre, colabora con su “humilde pluma” a decidir la guerra entre los dos personajes políticos predominantes, hombres que resumen los ideales corrompidos y megalómanos que han marcado el camino de la América Latina durante siglos.
Las antagónicas visiones de los dos partidos, cuya única confluencia es en el caos y la locura, se construyen a través de un frenetismo narrativo y visual, cuyo pavor al desarrollo lineal de la historia desemboca en un juego no sólo con los tiempos, sino con los cambios de formato, en los que se mezclan las visiones del poeta, con piezas documentales que éste elabora para desprestigiar o encumbrar a los partidos, y con una realidad desaforada en la que todo exuda un dramatismo brutal.
La innovadora puesta en escena que Rocha hace de un relato que llega a ser entrañable, se ve perjudicada en muchas ocasiones por el nivel dramático que Glauber exige de sus personajes, los cuales muchas veces, en su afán por satirizar, sobre actúan conceptos que terminan forzándose hasta el extremo, en un mensaje claro que denota el deseo del guionista y director por provocar, enardecer y epatar.
Los momentos estéticos impactantes y los diálogos poéticos extraordinarios, conviven con otros de manufactura penosa y burda en esta cinta, cuyo magnífico título es la definición perfecta de la experiencia a la que Rocha quiere someter a su audiencia, un relato hipnótico y valiente, filmado en un momento oscuro de la historia de Brasil, en el que la dictadura militar controlaba en gran medida las actividades artísticas del país, que refleja ese espíritu combativo de su creador, el cual terminó llevándolo al exilio voluntario en 1971.
Terra em Transe es una obra que definitivamente vale mucho más por lo que representa, y por el contexto en el que fue creada, que por su inherente valor artístico.