“La locura reina en la tierra, y los pocos cuerdos que hay, andan perdidos. Vivamos, pues, prevenidos en el reino de los locos” -José Zorrilla.
La locura es uno de los conceptos más apasionantes sobre los que se puede profundizar dentro del amplio tema del comportamiento humano. Como siempre la sociedad define la normalidad, en este caso psíquica, en base a la media de sus integrantes, declarando a aquellos que tienen la suerte, o infortunio, de ser representativos de la media, como cuerdos, y a aquellos individuos que exhiben comportamientos claramente diferenciados del resto, como locos.
El conjunto de procesos a los que llamamos mente, dentro de su inmensa complejidad, varían radicalmente de un ser humano a otro, es por eso que la locura suele asociarse únicamente a comportamientos radicalmente distintos a los de la sociedad establecida y que comúnmente atentan contra la interacción del “loco” y su entorno. Es en esos casos extremos en los que el demente desconoce su condición anómala y pierde muchas veces contacto con la realidad, sin embargo el verdadero drama acaece a aquellos que estando clínicamente cuerdos toman conciencia de que poco a poco comienzan a enloquecer.
Es ese el planteamiento que Jeff Nichols hace en su segunda película como director, utilizando nuevamente al extraordinario Michael Shannon en el papel principal, quien interpreta a un modélico hombre de familia que repentinamente comienza a tener una serie de pesadillas en las que de forma premonitoria una tormenta apocalíptica destruye todo lo que él ama.
Son esos recurrentes sueños los que le hacen suponer al personaje principal que está perdiendo la cabeza, sin embargo, consciente de su trastorno mental pero obsesionado por la poderosa sugestión de las imágenes que ve en su mente, comienza a construir un refugio subterráneo para rescatar a su familia del inminente y a la vez inexistente fin del mundo, invirtiendo todos sus ahorros en el descabellado proyecto y tirando en el intento su vida por la borda.
Brillante resulta el tratamiento que Nichols le da al tema de la locura en el guión que él mismo escribe, valiéndose de la maestría histriónica de Michael Shannon, quien finalmente está recibiendo el reconocimiento que merece y que en esta ocasión encarna el dilema del profeta que, motivado por hacer el bien y salvar a sus seres queridos, termina siendo tachado de loco y destruyendo su entorno social.
Es también digna de destacar la brillante contraparte que Jessica Chastain, quien sin duda vio en el 2011 su mejor año como actriz, hace al personaje de Shannon, interpretando a la abnegada esposa que quiere creer en su marido pero a la que la innegable realidad abofetea una y otra vez sin piedad.
El delicado desarrollo narrativo de Take Shelter se combina con el estupendo manejo visual de Adam Stone, director de fotografía que junto a Nichols filmó Shotgun Stories, y que en esta ocasión imprime al relato un sello verdaderamente impactante, moderando su capacidad compositiva cuando la historia se desarrolla en “la realidad” y explotándola por completo en las secuencias de los sueños del protagonista, las cuales tienen la capacidad de maravillar por su belleza y al mismo tiempo horrorizar por su temática.
Take Shelter es una película independiente que merecía un reconocimiento mucho mayor del que eventualmente recibió, situación que ocurre en parte por el ritmo de la historia y en parte por la incapacidad de los espectadores para realizar cualquier tipo de introspección en la sala de cine, sin embargo el brillante análisis de la locura y el sentimiento del deber que Nichols nos regala, quedará ahí para el que quiera sacarle provecho.