A primera vista, Straight Outta Compton se intuía como una película poco atractiva: el filme que supuestamente retrataría los orígenes de NWA –una de las agrupaciones seminales del hip-hop norteamericano– quedó finalmente bajo el mando de F. Gary Gray, un veterano director de acción cuyos filmes insignia eran las desafortunadas The Italian Job y The Negotiator, hecho que al combinarse con el poco conocido cúmulo de actores protagónicos y con una producción comandada por la dupla Dr. Dre / Ice Cube, anticipaba que lo que se vería en pantalla sería el típico homenaje fílmico, grandilocuente y mediocre, hecho a la medida de aquellos que lo pagan. Por fortuna, nada más lejos de la verdad.
Straight Outta Compton es un extraordinario ejemplo de cómo debe construirse un biopic. Sí, es verdad que la narrativa coloca a Dr. Dre y Ice Cube como poco menos que genios, sin embargo, esa genialidad musical –que siendo honestos es difícil poner en duda– queda matizada con el balanceado relato de los incontables errores y aciertos cometidos por la agrupación en su tormentoso ascenso a los derroteros más desaforados de la fama.
Gary Gray centra sus esfuerzos en tres pilares narrativamente sobresalientes: por un lado el desmenuzamiento del proceso creativo, repleto de azar, genialidad y trabajo duro, que dio como resultado una de las agrupaciones más trascendentes que ha parido el hip-hop; por otro lado el meticuloso estudio de la antropófaga maquinaria musical y del star system norteamericano, con sus entresijos, sus traiciones y su absoluta veneración del dinero; y finalmente la estupenda inserción de los dos puntos anteriores en el complejo escenario de profunda tensión racial que se vivía en la California de finales de los años ochenta y principios de los noventa.
El resultado es un filme que sorprende por su brillante manejo de los tiempos –prácticamente todas las secuencias filmadas por Gray son indispensable para la trama– y por su eliminación de cualquier atisbo de relleno narrativo, lo que permite perfilar en todo momento a los personajes desde secuencias extremadamente dinámicas, y conseguir que una película de dos horas y media de duración se sienta como de hora y media.
Notable trabajo fílmico que resulta indispensable independientemente de si se es o no fan del hip-hop, Straight Outta Compton será uno de los filmes recordados del 2015, no sólo por su meticuloso acercamiento a uno de los fenómenos musicales más importantes del siglo XX, sino por su calidad cinematográfica, por su memorable trabajo actoral –véase a Corey Hawkins como Dr. Dre y a Jason Mitchell como Eazy-E– y sobre todo por ser una prueba más de la capacidad de Andre Romelle Young, alias Dr. Dre, para convertir absolutamente todo lo que toca en oro.