todo lo que ya había funcionado previamente.
al público de que estaba viendo algo radicalmente diferente (in a bad way),
sino además enfurecer por ello a un buen número de fans al grado de dar pie
a una petición, respaldada hasta el momento por 80,000 firmas,
para erradicar al nefando Episode VIII del “canon” de la saga Star Wars.
una serie de retruécanos discursivos, son calificados de alta traición.
(Cuidado, se aproxima una oleada de spoilers)
Súbitamente los fans del Episode V se molestaban porque Luke era
un hombre cansado y decepcionado de la religión Jedi, sin recordar la forma
casi idéntica en la que Yoda (ahora Luke) recibió en su momento a
Luke (ahora Rey) porque se encontraba deprimido por haber entrenado a
Darth Vader (ahora Kylo Ren). Soprendiéndose también el ejército
rebelde nerd de la falta de sustento histórico detrás del malvado personaje Snoke,
cuando Star Wars ha sido históricamente una franquicia maniquea cuyos primeros
tres episodios (IV, V y VI) jamás contextualizaron de dónde había salido el
Emperador, para luego dar en el Episode I una explicación “económica”
francamente risible para justificar la maldad de ese personaje que es malo porque
se vuelve cada vez más feo… y porque algo de una federación… y pues…
se viste de negro y… lanza rayos de las manos y… dice que su lado es “el oscuro”.
Nota al pie: ¿Acaso alguien se ha preguntado por qué los rebeldes
son siempre tan marginales? ¿Es posible que la galaxia esté moderadamente feliz
con las políticas económicas del Imperio y los únicos necios sean Yoda y compañía?
En fin. El punto es que todos estos ataques injustificados del ejército rebelde nerd,
en los que descalifican los mismos mecanismos narrativos que alguna vez
alabaron, pasan por alto el gran punto de ataque a este nuevo filme: Episode VIII
es, en su microcosmos de dos horas y media, una película pobremente ejecutada.
Rian Johnson está a años luz de la pericia de J.J. Abrams, y construye una cinta
que carece de intencionalidad estética –con excepción tal vez de la desperdiciada
batalla en el salar– que es incapaz de manufacturar las potentes
secuencias de acción que caracterizan a la saga, y que se regodea en un cúmulo de
diálogos que saltan, con torpeza inusitada, del humor más ramplón a la
sobreexplicación de una trama cuya sencillez permitiría al espectador entenderla
a grosso modo aún sin sonido.
y una repetición incansable de los mismos esquemas narrativos (a poco
no previeron a mil años luz de distancia la muerte obiwanesca de Luke) son la marca
registrada del nuevo imperio galáctico de Disney. Sería una estupidez alejarse de
ese modelo con las taquillas que se han registrado. Pero eso sí, por lo pronto,
les juro que no vuelvo a caer.