El cerebro humano puede sobrevivir un período de seis a doce minutos sin irrigación sanguínea, después de lo que se produce un fenómeno conocido como muerte cerebral que lo convierte en una masa gris completamente inservible, sin embargo, gracias a un médico sueco, todo eso está por cambiar.
La primera película de Stuart Gordon, que posteriormente se convertiría en un director especializado en cintas de terror, cuenta la historia de un pedante y vanidoso estudiante de medicina que descubre la fórmula para re-animar el cadáver de cualquier ser vivo fallecido, independientemente del tiempo que haya estado muerto. El problema radica en que el suero milagroso se encuentra en etapa de prueba y tiene algunos ligeros efectos secundarios, como convertir a todos aquellos que lo usan en muertos vivientes sedientos de sangre.
Durante muchos años había escuchado comentarios positivos sobre este filme. Todo mundo parecía encantado con la irreverencia, el humor negro y el gore que ambientaban esta adaptación de una historia original de H. P. Lovecraft, pero cuando concluyó la hora y media de metraje simplemente no pude ver todas esas maravillas.
No se puede negar que la película sea divertida, así como tampoco se puede negar que sea violenta, sin embargo no es más sangrienta o cómica que muchos filmes de serie B de los años ochenta y se queda completamente alejada de la calidad fílmica de las obras de directores como Peter Jackson, George A. Romero o Dario Argento.
El elenco, compuesto principalmente por dos grandes leyendas del cine de bajo presupuesto, Jeffrey Combs y David Gale, es demasiado bueno para un simple y mal resuelto guión que no se atreve a ir más allá y ser verdaderamente transgresor.
Los efectos visuales, divertidos y maravillosamente análogos no logran salvar una historia que se apoya en burdas estratagemas y que intenta lograr en su conclusión lo que no consiguió en todo el desarrollo de la película. En definitiva, si deciden ver Re-Animator pasarán un rato divertido, pero no esperen nada fuera de lo común.