Pussy Riot: A Punk Prayer (2013)

El siglo XXI. El siglo de la información. El siglo de las redes sociales. El mundo conectado a una monstruosa y hermosa red en donde toda la información (o casi toda) se encuentra almacenada y disponible al capricho de un click. Por desgracia, el hombre del siglo XXI, muchas veces abrumado por la neurótica avalancha de conocimiento que amenaza sepultarlo día con día, suele optar por el inútil ejercicio de consumir frenéticamente cuanta información se le ponga en frente, descuidando en el proceso la esencia misma del flujo informativo: generar conocimiento mediante la asimilación y reflexión de datos.

Titulares. La falta de tiempo de asimilación reduce la esencia mediática del hombre moderno a un mero lector de titulares. Titulares que en febrero del 2012 contaron al mundo la historia de un grupo de punk ruso, conformado exclusivamente por mujeres, el cual había sido arrestado en la catedral de Cristo Salvador en Moscú tras intentar tocar, sin autorización alguna, parte de su repertorio en el sagrado altar del recinto.

Las redes sociales se incendiaron y los encabezados se compartieron frenéticamente. “Putin encerró a un grupo de mujeres por protestar contra su gobierno”. “¡No a la represión del feminismo!” “¡No a la represión de la libertad de expresión!”, gritaban los asistentes a un concierto en el que Madonna escribió el nombre del grupo Pussy Riot en su espalda para clamar por su libertad. Poco importaba quién eran las chicas o de dónde habían surgido. Lo importante del asunto era condenar a un gobierno que ya se sabía autoritario. Lo importante era refrendar lo evidente. Lo importante era leer el titular para tener algo de qué hablar en el café.

Pussy Riot: A Punk Prayer es un documental que intenta contextualizar el profano acto de protesta por el que fueron encerradas tres integrantes del grupo Pussy Riot, más allá de la precaria información provista por los titulares que las hicieron mundialmente famosas, concentrándose no sólo en el punto de vista de las acusadas, sino intentando crear un mapa ideológico de todos los bandos involucrados, desde los que vieron el acontecimiento como una vulgar y ofensiva provocación, hasta aquellos que lo tomaron como un performance que buscaba abrir los ojos de la sociedad rusa.

Dirigido por Mike Lerner (productor del celebrado documental The Square) y Maxim Pozdorovkin, PRAPP utiliza el juicio de Nadia, Katia y Masha como eje narrativo central, para posteriormente desmenuzar la vida y la trayectoria individual de cada una de ellas (todas con antecedentes en grupos de protesta performáticos), insertándolas en el complejo panorama religioso ruso, y en particular en la significancia de la catedral de Cristo Salvador, demolida por los bolcheviques, que prohibieron cualquier tipo de culto religioso, y reconstruída en los noventa gracias al resurgimiento del poder ortodoxo en Rusia.

Importante documento sobre el estado del poder jurídico en Rusia, sobre la influencia de la iglesia ortodoxa dentro de sus fronteras, y sobre la viralización de la información en el siglo XXI, PRAPP es un filme que fomenta la discusión sobre los límites de la protesta social y profundiza en el maremagnum informativo que introdujo a Pussy Riot al mundo, con el mismo frenetismo con el que posteriormente las dejó en el olvido.

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