Pusher (1996)

Las películas que tratan el tema de la drogadicción normalmente adolecen del mismo gran problema de las comedias románticas. Las historias casi siempre son iguales, con ligeros cambios poco innovadores que presentan a un antihéroe en busca de una salida a sus problemas, terminando finalmente en una tragedia griega que no aporta casi nada al espectador.

Es precisamente por lo anterior que da gusto ver una película como Pusher. Dirigida por el sueco Nicolas Winding Refn, la cinta cuenta la historia del clásico dealer de todo tipo de sustancias ilegales, que se enfrasca en una interminable espiral de errores que lo endeudan cada vez más con su despiadado proveedor de origen ruso. A primera vista la trama no aporta nada nuevo al tema, sin embargo la cinta está narrada con una enorme habilidad, que genera un agradable sentimiento de novedad a pesar de pisar terrenos fílmicos conocidos.

La película está filmada en la más completa austeridad, como es costumbre en las operas primas independientes. Sin embargo esto es lo que le termina dando una enorme fluidez a la historia, que se cuenta casi todo el tiempo con cámara en mano y escenarios totalmente minimalistas.

A pesar de su temática, la cinta tiene pocas escenas de acción, centrándose un poco más en la dinámica psicológica extrema a la que está sometida la gente cuya vida se ve amenazada constantemente y que ha perdido completamente la confianza en la sociedad.

Esta introspección genera una serie de actuaciones realmente buenas y el personaje principal, interpretado por Kim Bodnia, se merece una ovación por el fantástico retrato de un hombre que ve como la suerte le juega de manera totalmente adversa, en un mundo completamente hostil donde todos le deben dinero a todos y están dispuestos a pisotear a quien sea para conseguirlo.

Por otro lado, la ambientación del filme le debe mucho al fantástico soundtrack, a cargo de White Zombie, Koxbox, Bleeder y The Prisoner, que dan el toque final a muchas de las escenas clave de la película.

Pusher es la primera parte de una trilogía de culto que ha dado la vuelta al mundo de forma underground pero con bastante reconocimiento.

Al final, la semana que pasa el espectador con este dealer danés, le abre un poco la puerta del decadente mundo del crimen y la drogadicción con un poco menos de acción y más cabeza. Un gran triunfo de Nicolas Winding.

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