Tobe Hooper siempre ha sido catalogado como uno de los directores de terror más icónicos de norteamérica gracias a su mítica segunda película titulada The Texas Chain Saw Massacre. El relato de unos jóvenes que por casualidades del destino caen en las garras de una familia de caníbales, convirtió a Hooper en una auténtica celebridad de culto que a partir de ese momento decidió permanecer en el nicho del cine de terror.
No fue sino hasta después de cinco películas más, en las que Hooper jugó con rednecks asesinos, aliens, vampiros e incluso serpientes, que el director texano logró conectarse con los estudios MGM y con Steven Spielberg, quien finalmente lo contrató para que dirigiera un guión de su autoría titulado Poltergeist. El resultado fue una película que marcó el punto más alto de la carrera de Hooper, convirtiéndose en un clásico absoluto y en una de las mejores cintas de terror de los años ochenta.
Como casi siempre que se habla de casas embrujadas, la clásica familia norteamericana vuelve a ser el núcleo protagónico idóneo para diversificar todas las situaciones de horror posibles, sin embargo, la familia ideada por Hooper y Spielberg presenta sutiles alejamientos de los convencionalismos clásicos en los que normalmente se desenvuelven este tipo de guiones, situación que le da un toque muy peculiar a la cinta y que se disfruta de sobremanera.
El matrimonio protagónico compuesto por Craig Nelson y JoBeth Williams, dos baby boomers de clase media con una vida despreocupada, que disfrutan de vez en cuando algún cigarrillo de marihuana, comienza a percibir situaciones extrañas en su nueva casa. Campos de fuerza que desafían la gravedad, objetos que cambian súbitamente de lugar y otras minucias se transforman de un momento a otro en una pesadilla cuando, en una secuencia de acción extraordinaria, la hija de la pareja es raptada por los espíritus que han tomado posesión de la casa.
Es en ese momento cuando la película comienza su despliegue creativo, entregándole al espectador dos horas de impecable diversión con una historia que se maneja siempre en extremos, ya que cuando no hay gritos, cadáveres saliendo de la tierra o árboles asesinos, el filme adquiere un carácter de inocencia casi infantil, saltando con gran destreza de un extremo a otro en cuestión de segundos.
A pesar de que se comenta que Spielberg ejerció un control bastante intenso en la elaboración de la cinta, Poltergeist tiene la impronta de Hooper durante todo el metraje, principalmente en la forma de presentar las secuencias de acción y terror, así como en la palpable pero disimulada irreverencia con la que se conduce la historia. Sin embargo es muy probable que el resultado tan positivo de la película se deba precisamente a las restricciones que Spielberg, en su papel de productor, impuso al genio de Hooper para impedirle que se fuera por los caminos más extremos pero menos afortunados que sigue en muchas de sus obras.
Crucial y digna de mención es la banda sonora compuesta por Jerry Goldsmith, capaz de remitirnos al Disney más inofensivo para unos compases después, sin previo aviso, abrir de par en par las puertas del infierno.
Poltergeist es una película de la que esperaba muy poco y que me ha sorprendido totalmente, al punto de que comprendo y me adhiero a todos aquellos fanáticos que la ponen como una de las mejores películas de terror de la historia. Todo un clásico.