Oslo, 31. august (Oslo, August 31st) (2011)

Cinco años después del brillante análisis que Joachim Trier hizo del proceso creativo literario en su celebrada ópera prima, Reprise, el director noruego vuelve a abordar el complejo y perturbador mundo de los mecanismos mentales, descendiendo aún más en el oscuro sótano cerebral para exponer los procesos psíquicos que pueden impulsar a un ser humano a quitarse la vida.

Recurriendo una vez más al extraordinario talento histriónico de Anders Danielsen Lie, quien da vida a Anders, un drogadicto rehabilitado que tiró a la basura sus anhelos literarios y los mejores años de su vida a pesar de su intelecto privilegiado, Joachim Trier analiza con valentía la pregunta “¿Por qué alguien querría quitarse la vida?”, respondiendo a lo largo de hora y media de metraje con un parco y descarnado “¿Por qué alguien no querría quitarse la vida?”.
Oslo, August 31st narra 24 horas en la vida del profundamente infeliz Anders, horas mediante las que Trier reconstruye sus relaciones personales así como su historial emocional, ambos inevitablemente influenciados por la funesta relación entre su patológica depresión y su drogadicción rampante. Es a través de ese proceso de rememoración, disparado por la salida de Anders de su centro de rehabilitación y por los intentos que hace para volver a contactar a viejos conocidos, que Trier ensambla un relato magistral sobre el devastador poder evocativo de la memoria, sobre la frustración relacionada con superar las tres décadas de vida sin haber forjado un camino emocional o laboral satisfactorio, y sobre la melancolía asociada a la no pertenencia.
El protagonista, recién desintoxicado, se embarca en un viaje desesperado por reencontrarle sentido a su vida, recurriendo para ello a viejos amigos y a la búsqueda de trabajos que consigan reintegrarlo a esa rutina vital de la que se había mantenido al margen durante años. Sin embargo, los encuentros con su pasado no hacen más que reafirmar la futilidad de la vida humana, su fragilidad y su intrascendente desaparición en la neblina del tiempo. ¿Cuál es entonces la necesidad de seguir viviendo ese cliché al que llamamos vida?

Viaje emocionalmente devastador, Oslo, August 31st es una potente experiencia que confronta la felicidad del espectador contra la desoladora visión de la realidad que Trier plasma en pantalla, mediante la que cuestiona, con firmeza y con argumentos difícilmente refutables, muchos de los pilares fundamentales de la sociedad occidental moderna.

Formalmente, el filme se construye a través de una atmósfera austera y cruda. La fotografía de Jakob Ihre, que aprovecha su parca paleta de colores para perfilar secuencias de una frialdad casi voyeurista, se mezcla con la estupenda composición de escenas de Trier y con la modesta banda sonora, para crear una experiencia estética completamente impregnada con la peculiar belleza de lo patético.

Joachim Trier vuelve a probar, a pesar de su escasa producción fílmica, que es uno de los directores más sobresalientes de su generación. Un hombre capaz de analizar algo tan complejo como la desesperanza emocional con una lucidez digna de los mejores momentos de Bergman, asociándola además no con un caso aislado, sino con un trasfondo social que le permite retratar, de forma impecable, a la generación de aquellos nacidos en las últimas dos décadas del siglo XX. Por desgracia, el arte no es la gran banda de producción en masa que Hollywood o personalidades como Woody Allen nos han hecho creer, de forma que tal vez falten todavía algunos años más para que Trier termine de planear y filmar su tercera cinta. No me cabe duda que nuestra paciencia será, una vez más, recompensada con creces.

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