Cinco años después del brillante análisis que Joachim Trier hizo del proceso creativo literario en su celebrada ópera prima, Reprise, el director noruego vuelve a abordar el complejo y perturbador mundo de los mecanismos mentales, descendiendo aún más en el oscuro sótano cerebral para exponer los procesos psíquicos que pueden impulsar a un ser humano a quitarse la vida.
Viaje emocionalmente devastador, Oslo, August 31st es una potente experiencia que confronta la felicidad del espectador contra la desoladora visión de la realidad que Trier plasma en pantalla, mediante la que cuestiona, con firmeza y con argumentos difícilmente refutables, muchos de los pilares fundamentales de la sociedad occidental moderna.
Formalmente, el filme se construye a través de una atmósfera austera y cruda. La fotografía de Jakob Ihre, que aprovecha su parca paleta de colores para perfilar secuencias de una frialdad casi voyeurista, se mezcla con la estupenda composición de escenas de Trier y con la modesta banda sonora, para crear una experiencia estética completamente impregnada con la peculiar belleza de lo patético.
Joachim Trier vuelve a probar, a pesar de su escasa producción fílmica, que es uno de los directores más sobresalientes de su generación. Un hombre capaz de analizar algo tan complejo como la desesperanza emocional con una lucidez digna de los mejores momentos de Bergman, asociándola además no con un caso aislado, sino con un trasfondo social que le permite retratar, de forma impecable, a la generación de aquellos nacidos en las últimas dos décadas del siglo XX. Por desgracia, el arte no es la gran banda de producción en masa que Hollywood o personalidades como Woody Allen nos han hecho creer, de forma que tal vez falten todavía algunos años más para que Trier termine de planear y filmar su tercera cinta. No me cabe duda que nuestra paciencia será, una vez más, recompensada con creces.