Después de repasar la filmografía del director español Nacho Vigalondo, conformada por tres películas y una gran cantidad de cortometrajes, queda claro que este personaje, oriundo del minúsculo pueblo de Cabezón de la Sal, en Cantabria, es una de las mentes más atípicas y brillantes que ha engendrado el cine español contemporáneo.
Un joven geek (Wood), gana un concurso online para conocer a su actriz favorita (Grey) con motivo del estreno de su nueva película. El misterioso organizador del concurso, que habla con el protagonista a través de su laptop via webcam, le comunica que la cita ha sido cancelada por la actriz. El joven, que esperaba pacientemente el evento desde la habitación de un hotel se percata, tras superar el enfado que le ocasiona la noticia, que el organizador del concurso le envió un link desde el que puede tener acceso al teléfono de la actriz (sonido y video incluídos). Sin deberla ni temerla el chico entra de lleno a la vida de su actriz favorita y Vigalondo comienza a tejer una trama demencial pero brillante, obsesionada con los giros de tuerca que se suceden en el último tercio del filme casi hasta el punto de la risotada, dando como resultado un filme que abandona la solemnidad muchas veces insoportable del thriller contemporáneo, para adoptar un tono que a pesar de partir de una atmósfera oscura y perturbadora, es capaz de coexistir con grandes dosis de hilarante humor negro.
Injustamente vapuleada, la tercera película de Vigalondo está plagada de valiosos atributos narrativos y técnicos (véase el alucinante dinamismo de la interfaz narrativa de la cinta, así como el proceso de creación del mito que rodea al personaje de Nevada), que utilizan los elementos del thriller tradicional para posteriormente adaptarlos, como nunca antes, al terrorífico y a la vez maravilloso mundo de hiperconexión tecnológica en el que estamos inmersos.
En Open Windows el Internet funciona como una especie de perturbadora omnipresencia social que le permite a aquellos iniciados sumergirse por instantes en la ilusión de ser alguien más o de apropiarse, al más puro estilo de los Body Snatchers de Don Siegel, de la identidad de otro ser humano. En la red nadie es quien dice ser y todos podemos ser cualquiera. Maravilloso y aterrador a partes iguales.