La primera vez que vi el trailer de Nosotros los Nobles me dije, “ahí está una película que jamás voy a ver”. Vaticinador del peor cine mexicano de comedia, el adelanto de minuto y medio, narrado por una horrenda voz en off y armado con la torpeza de un anuncio televisivo sin chiste, me hizo descartar de inmediato a esta cinta que a todas luces se anticipaba como un bodrio insufrible.
Poco más de dos meses después de su estreno, el filme no sólo seguía en cartelera (situación inusitada al ver que películas de altísima calidad apenas tienen exhibiciones de dos o tres semanas), sino que se había convertido en la cinta más taquillera de la historia del cine mexicano. Este hecho, que para algunos tiene poca importancia, habla de una conexión muy particular entre cine y espectador, y por extensión, entre cine y país. Algo fuera de lo normal estaba ocurriendo, y mi dogmatismo no me iba a impedir ver de qué se trataba. Me esperaba una gran sorpresa.
Nosotros los Nobles es la ópera prima de Gary Alazraki, joven hijo de Carlos Alazraki (fundador de una de las empresas de publicidad más importantes de México), quien después de casi nueve años del estreno de su primer cortometraje, consigue escribir y dirigir la historia de tres hermanos descarriados, cuyo padre, dueño de un emporio multimillonario de construcción, decide darles una lección de humildad al fingir la quiebra de su empresa, sometiendo a los tres malcriados jóvenes a una vida en la que tendrán que trabajar para subsistir.
El secreto detrás del éxito de Nosotros los Nobles radica en la innegable conexión que consigue con el público mexicano promedio, conexión que se genera a partir del amplísimo rango de posibilidades que la cinta plantea para que el espectador, sin importar su clase social, sea capaz de establecer empatía tanto con los personajes como con las situaciones que se desarrollan en el filme.
Por un lado aparecen los tres personajes protagónicos, jóvenes millonarios cuya vida se disuelve en una desproporcionada superficialidad, centrada en la capacidad para conocer y poseer bienes materiales, que acumulan incontables experiencias de despilfarro para exhibir su poder. Estos personajes ejemplifican, con sus respectivas exageraciones, un mundo que Alazraki conoce a la perfección, al ser él en carne propia uno de esos seres educados en las más altas esferas de la sociedad mexicana que, dentro de su cotidianeidad, juegan con cifras monetarias que muchos mexicanos ni siquiera se atreverían a soñar. Bien dicen que debe escribirse sobre lo que se conoce, y Alazraki define las capacidades y características de su trío protagónico con indudable maestría.
En el otro lado del espectro está el bajo mundo de la pobreza y el arduo trabajo, con el que entran en contacto los tres arquetipos de la crema y nata mexicana, y que queda ejemplificado en el personaje de Lucho, cocinero de un restaurante de poca monta y dueño de un “pesero”, que se convierte de la noche a la mañana en el salvador de dos de los tres jóvenes inexpertos y mimados. Estas situaciones, que sacan a relucir parte del folclor mexicano de las clases bajas, en este caso con una alta dosis caricaturesca pero efectiva, conecta con pericia al otro grupo de espectadores, que gozan con ver a los tres riquillos experimentando lo que ellos viven día con día. Convirtiéndose el filme en una obra genial de “marketing incluyente”, capaz de conectar y hacer reír, tanto a los alumnos de la Universidad Iberoamericana, como al conductor de un “pesero”.
Además de la inevitable conclusión moralista, predecible y simplona del final, las cuestiones técnicas de Nosotros los Nobles constituyen su mayor problema, especialmente en los primeros minutos del metraje, plagados de secuencias de calidad francamente telenovelesca. Sin embargo, las actuaciones de Gonzalo Vega y Luis Gerardo Méndez, así como los segmentos cómicos, que por primera vez en muchos años de comedias mexicanas son genuínamente divertidos, acaban por rescatar la película y dan como resultado salas repletas de gente que incluso ha visto ya varias veces la cinta.
Cosechadora de un éxito completamente entendible, Nosotros los Nobles es la gran revelación comercial del cine mexicano del 2013 y, nos guste o no, un hito dentro de la cinematografía mexicana que, cuando menos, vale la pena presenciar.