Nosferatu: Phantom der Nacht (1979)

Werner Herzog llegó a declarar en varias ocasiones que desde su punto de vista, el Nosferatu de Murnau había sido el filme más grande de la historia de Alemania. Precisamente por esto es muy entendible que dos años después de dirigir la aclamada Strozcek, Herzog, en su infinita fascinación por el legado de Murnau, decidiera rendir un sentido homenaje a la historia del vampiro decadente y monstruoso, que nada tenía que ver con el galante Conde de peinado relamido.

Nosferatu: Phantom der Nacht es un ejercicio estético memorable, en el que Herzog recoge los elementos básicos de la novela de Stoker y los altera ligeramente, mezclando algunos personajes y situaciones, para de esta forma impregnarlos de su filosofía personal y al mismo tiempo mantenerse en la línea de un equilibrado y fabuloso homenaje a Murnau.

Las momias de Guanajuato son las encargadas de abrir esta cinta, en una secuencia inicial que se regodea en lo grotesco y brutal de esos cuerpos que quedaron en un limbo temporal, incapaces de corromperse por completo y que permanecen como espectadores inertes e inmortales del curso de la humanidad.

Klaus Kinski, indiscutible protagonista de esta cinta, encarna a un vampiro atormentado por su incapacidad de morir, que en un intento por modificar su vacía rutina, adquiere una mansión cerca de la casa de Jonathan Harker, un empleado de bienes raíces cuya esposa será la obsesión del vampiro.

Burdamente la película puede dividirse en dos partes principales, la primera, en donde vemos la relación entre Harker y el Conde, es un triunfo visual impresionante de Herzog, que con secuencias lentas y de gran belleza nos presenta a un Kinski inspiradísimo, mientras que la segunda parte retrata la intrusión del Conde en la ciudad, donde genera una masacre de proporciones bíblicas, y su relación con Lucy Harker, personaje mezcla de Mina Harker y Lucy interpretado por la talentosísima Isabelle Adjani.

Apoyada en todo momento por la música de Wagner, esta versión de Nosferatu explotó con creces la legendaria simbiosis entre Herzog y el titánico Kinski, que en ese momento estaba en un periodo intensamente prolífico, a tal grado que tan sólo unos días después de terminada la filmación los dos genios comenzaron a rodar Woyzeck.

A pesar de que tal vez a algunos les resulte un poco difícil de ver por su ritmo pausado, Nosferatu: Phantom der Nacht es una obra imprescindible de la filmografía mundial.

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