No (2012)

Si algo se puede dejar en claro es que la historia institucional de cada país responde a una interpretación de los hechos realizada por los grupos que lo dominan. Estos grupos, muchas veces llamados “vencedores”, dan forma a una historia que les permite ensalzar, mediante un conjunto de mitos basados en hechos hasta cierto punto reales, una serie de valores patrióticos que generan en el pueblo esa identificación emocional con el territorio al que pertenecen, a la cual llamamos nacionalismo.

A pesar de lo anterior, alrededor de una misma historia institucional suelen pulular miríadas de interpretaciones, las cuales se desprenden del grado de involucramiento que han llegado a tener los círculos sociales de aquellos que interpretan los hechos históricos, y que finalmente dan lugar a una historiografía que muta y se desarrolla constantemente.
Esa pluralidad histórica es la que convierte en una tarea compleja la labor del historiador y de aquellos que a través algún medio, ya sea visual, auditivo o escrito, intentan transmitir lo que según un grupo de personas ocurrió en un determinado instante crucial dentro de la historia de cierto país. Es por lo anterior encomiable la esforzada objetividad con la que el escritor chileno Antonio Skármeta retrata, en esa obra de teatro inédita de nombre El plebiscito, la fotografía de una época crucial dentro de la historia democrática de Chile, obra teatral que posteriormente daría pie al guión del cuarto largometraje del director Pablo Larraín, No.

Filmada con el formato de video U-matic 3:4, el cual se utilizaba en los programas televisivos de finales de los años ochenta, No se convierte en un documento cuidadosamente elaborado que narra, mediante la atinada mezcla de secuencias televisivas originales con la camuflada ficción de Larraín, el proceso mediante el que Augusto Pinochet, dictador militar chileno que había subido al poder en 1973 mediante un golpe de estado, se vio obligado a dejar paso a la democracia gracias al famoso plebiscito de 1988, en el que la gente exigió, a través del voto, la apertura a una nueva era liberal.

No narra el desarrollo de la peculiar campaña publicitaria que en 1988 René Saavedra, publicista chileno exiliado, armó para promover el voto por el “no” a la permanencia de Augusto Pinochet en el poder. Es Gael García Bernal el encargado de dar vida a dicho personaje histórico, el cual sorprendió a la población con una campaña que, en vez de centrarse en la violencia y las atrocidades acaecidas en el régimen de Pinochet, promovía un voto basado en la esperanza, el amor entre compatriotas y la felicidad futura.

A pesar de que la historia local de un país suele emocionar con mayor intensidad a aquellos que la vivieron directamente, el filme de Larraín consigue conectar con el público foráneo al armar un relato que, partiendo de una linealidad y una sencillez argumental innegables, se sostiene en un anecdotario interesante, el cual, aunado a un conjunto de buenas actuaciones aderezadas con una buena dosis de nostalgia, da como resultado una película correcta que sin embargo no consigue dar el salto a un producto memorable.

Poco más se puede acotar respecto a este filme, creado a partir de un evidente esfuerzo de imparcialidad narrativa por parte de Skármeta, y posteriormente a través del guión que el periodista Pedro Peirano adaptó con base en un conjunto de investigaciones y entrevistas realizadas a los protagonistas del suceso histórico, situación que contribuyó a que No se convirtiera en la primera cinta chilena nominada al Oscar a mejor película extranjera y, aunque modesta, en una agradable sorpresa.

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