Mujeres de acción: Una genealogía de las heroínas contemporáneas

El mundo del cómic contemporáneo se encuentra inmerso en una serie de profundos cambios que han modificado de forma radical la relación con sus lectores. Probablemente el más importante de todos sea la tendencia al abandono de la hipermasculinización que –de acuerdo con los estudios de Susan Faludi [1]– a finales de la década de los sesenta alienó a buena parte del público femenino que dejó de sentirse identificado con la creciente voluptuosidad de las heroínas, y con la decreciente importancia dramática que se les daba.

Esa tendencia a mesurar lo masculino y potenciar lo femenino ha permeado también al nuevo compañero inseparable del cómic: el cine. No resulta entonces extraño que el 2015 nos haya dejado un personaje femenino como el mayor héroe de acción del año –Furiosa, de Mad Max: Fury Road–; o que quien carga con todo el peso heroico de las nuevas cintas de la saga Star Wars sea la joven Daisy Ridley; o que el personaje que más expectativas generó de Suicide Squad sea –incluso por encima del siempre venerado Joker– el de Harley Quinn; o que el 2017 nos depare una cinta protagonizada por La mujer maravilla; o que los nuevos cazafantasmas sean ahora cuatro mujeres sin pinta de supermodelos.

Lo interesante es que la gestación de esta reciente exploración de lo femenino como poderoso elemento en películas de acción, ha ocurrido gracias a anomalías que décadas atrás probaron, como luces que nadie se atrevió a seguir en su momento, que la mujer siempre ha sido un agente dramático y de acción tanto o más poderoso que el hombre. Recapitulemos un poco.

Brigitte Helm (1927) La semilla primigenia de la superheroína de acción moderna. Su papel doble en Metropolis, de Fritz Lang, que funciona por una parte como catalizador del entendimiento utópico entre el trabajador y la aristocracia, y por otra como agente activo de la rebelión del proletariado, asumiendo la forma de un robot desquiciado que irónicamente se alza en favor de la destrucción de las máquinas –¿alguien recuerda la trama de Terminator 2? – constituye uno de los papeles femeninos más icónicos de la primera mitad del siglo XX, y uno de los más poderosos arquetipos de la superheroína: idolatrada por las masas y con la capacidad de demoler el régimen moral y social imperante.

Tura Satana (1965) Casi tres décadas después del estreno de Metropolis, y con la revolución sexual en su apogeo, surge el personaje de Varla en la demencial comedia de acción Faster, Pussycat! Kill! Kill!, dirigida por el monarca del sexploitation de serie B: el director estadounidense Russ Meyer. Antiheroína salvaje que mostró como pocas la utilización de la sexualidad como arma, Tura Satana interpreta a una bailarina go-go que se embarca en un frenesí de violencia y persecuciones motorizadas para encontrar un tesoro escondido, y de paso mostrar como nunca hasta ese momento al arquetipo de la mujer sexualmente dominante, que entiende y controla a su antojo los predecibles mecanismos del heteropatriarcado. Varla es el epítome de la superheroína sexualmente irrestricta, que encontraría continuidad unos años más tarde en el legado fílmico de Pam Grier: heroína por excelencia del cine blaxploitation de los setenta –que por cierto comenzó su carrera también junto a Russ Meyer en 1970 con Beyond the Valley of the Dolls– y protagonista de obras geniales del empoderamiento superheroico femenino, como Coffy (1973) o Foxy Brown (1974).

Jamie Lee Curtis (1978) Mucho se habla de Sigourney Weaver como la primera heroína moderna de acción en Alien (1979), sin embargo, Jamie Lee Curtis marcó la pauta que regiría a la teniente Ripley un año antes con su interpretación de Laurie en la extraordinaria Halloween, de John Carpenter. ¿Qué es la nave Nostromo de Alien, sino una gigantesca casa embrujada habitada por un ser violento que busca asesinar por placer? A final de cuentas, el filme que le dio fama y fortuna a Ridley Scott no es otra cosa que un remake espacial de la magistral noche de Halloween, que construye a una de las heroínas más potentes de la historia del cine: una mujer que combate a Michael Myers desde su feminidad, evitando adoptar ese síndrome tan común en las heroínas de acción, que suele conducirlas a replicar posturas y acciones ancladas en esa violencia irreflexiva tan socorrida por los típicos héroes masculinos.


Linda Hamilton (1991) Nunca el arquetipo de la superheroína ruda se ha caracterizado con tanto éxito como en Terminator 2, de James Cameron. Linda Hamilton, que en la primera cinta de la saga era una chica hasta cierto punto indefensa, en la segunda parte se convierte en un personaje de fuerza desbordante: una mujer que se entrena físicamente para subyugar a cualquier hombre desde la estrategia y la violencia; y que en todo momento lucha contra su instinto materno desde esa postura –tan tradicionalmente masculina– que considera al amor filial como un suavizador del carácter. El personaje de Linda concibe erróneamente al mundo como un lugar arquetípicamente masculino y, a diferencia de Helm, Satana y Curtis, reprime su sexualidad para entrenar a su hijo desde la visión guerrera y masculina –en el sentido más tradicional y burdo de la palabra– del padre que nunca conoció. Hamilton se convierte entonces en la representante de un poder femenino cuya fuerza y tenacidad no se habían visto hasta ese momento en una pantalla de cine, alzándose como piedra fundamental de la construcción del arquetipo de la superheroína contemporánea.

Juliette Lewis (1994) Niña abusada y transformada en demonio irredento, el personaje de Juliette Lewis en Natural Born Killers, de Oliver Stone, es el pilar que armoniza –de la forma más anárquica posible– las características de los cuatro personajes femeninos previamente descritos. Lewis mezcla el idealismo anárquico de Brigitte Helm en su bis robótica con el poderío sexual de Tura Satana, y con la brutalidad de Linda Hamilton, todo ello sin sacrificar en momento alguno esa feminidad casi tierna que caracteriza a Jamie Lee Curtis en Halloween. Feminidad que a pesar de la extrema violencia que es capaz de ejercer el personaje de Lewis, surge de forma inesperada en secuencias de gran delicadeza. Mallory Knox es el cimiento sobre el que Tarantino (guionista de Natural Born Killers) construiría años después a su Beatrix Kiddo en la celebrada Kill Bill, donde nos entrega al personaje de acción femenino más poderoso y seductor de lo que va del siglo XXI; reventando las taquillas y corroborando lo que todos supimos antes que los grandes estudios cinematográficos: las cintas de acción comandadas por mujeres no sólo son viables, sino también monetariamente redituables.

En puerta tenemos a dos blockbusters femeninos de proporciones millonarias. Los dos, por cierto, con ideologías radicalmente diferentes. Por un lado las cazafantasmas, que intentarán –si el trailer no nos engaña– pelear contra la maldad desde la noción de que no es necesario adoptar la posición del héroe típicamente macho para erigirse como un personaje de acción válido y efectivo: una combinación entre los ideales de la Brigitte Helm no robótica de Metropolis y la Jamie Lee Curtis de Halloween. En la contraparte encontramos a Wonder Woman, concepción diametralmente opuesta de la feminidad superheroica en la que –de nuevo, si el trailer no nos engaña– la actriz israelí Gal Gadot acabará con el mal apropiándose de una combinación de los métodos utilizados por Tura Satana y Linda Hamilton.

Ambos blockbusters suceden porque los estudios cinematográficos han comenzado a mover sus oxidados engranes para generar productos cada vez más orientados al disfrute del público femenino. El cambio tanto en la industria del cine como en la del cómic resulta evidente. Por primera vez en su historia, el cómic tiene más lectoras que lectores: de acuerdo con la organización Graphic Policy, en el 2013 MARVEL [2] declaró que según sus estadísticas en redes sociales el 24% de sus lectores eran mujeres. Lo mismo hizo DC en 2014 [3] arrojando un 29%, mientras que las estadísticas de comics independientes [4] declararon tener un 41% de lectoras. En apenas un par de años estos números se incrementaron dramáticamente. Al día de hoy MARVEL reporta un 34%, DC un 40%, y el mundo del cómic independiente un 52% de lectoras.

Ante tales evidencias la industria del entretenimiento se ha visto obligada a abrir caminos para la entrada cada vez más flagrante de la feminidad como ente protagónico de sus productos. Celebremos un segundo, recordemos que todavía falta camino por recorrer, y sigamos exigiendo.

REFERENCIAS:

[1] Backlash: The Undeclared War Against American Women, escrito por Susan Faludi.

[2] Estadísticas demográficas de MARVEL

[3] Estadísticas demográficas de DC

[4] Estadísticas demográficas de la industria del cómic independiente

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