En el territorio chino existen cerca de 130 millones de personas que tienen que trasladarse fuera de sus hogares para encontrar trabajo. Una vez al año, esa desproporcionada masa de personas vuelve a su hogar para conmemorar el año nuevo chino, situación que constituye la migración humana más numerosa de nuestros tiempos.
Salvaje, caótico y violento es el proceso migratorio que siguen los millones de chinos que regresan a sus hogares, colapsando por completo las redes ferroviarias del país más poblado del mundo en un frenesí incontrolable casi imposible de creer. Este hecho es aprovechado por el joven director Lixin Fan, que había participado también como productor en el premiado documental Up the Yangtze, y que ahora se regodea en las apocalípticas imágenes de millares de personas que, a pesar de contar con un boleto para abordar sus respectivos trenes, sucumben a la desesperación de ver truncadas sus esperanzas de volver a casa.
Debajo de la primera y espectacular capa del documental, se encuentra la historia de dos padres que trabajan en una fábrica de ropa bajo horarios esclavizantes y en condiciones paupérrimas, ahorrándolo todo para permitir que sus hijos no abandonen la escuela y puedan subsistir de forma precaria pero suficiente en su pequeño pueblo natal.
Interesante es sin duda la forma en que la historia se cuenta, ya que se aleja en todo momento del clasicismo documental, para crear una experiencia fílmica que bien podría parecer una ficción cinematográfica. Es solo en algunos momentos puntuales que podemos percibir la interacción de estos personajes reales con la cámara, lo que le permite al director jugar tanto con la realidad extrema como con el juego poético que permite la ficción fílmica.
La vista que nos proporciona la pequeña ventana al mundo chino que es Last train home puede resultar abrumadora. La miseria de uno de los países más poderosos del mundo es incongruente y perturbadora, pero sobre todo lo es el falso sueño de aquellos que buscan una vida diferente para las generaciones futuras, sin darse cuenta que el país se enriquece precisamente gracias a ellos, a su trabajo y a su pobreza.